DOMINGO MONTERROSA SIEMPRE ACTUAL

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Por Guido Miguel Castro

Por lo regular, los personajes históricos representan una época y su obra se adecúa a ese momento en el tiempo y en el espacio. En cambio, los héroes se vuelven siempre actuales porque su ejemplo está siempre vigente, su mensaje nos sigue cuestionando aunque pasen muchos años y las circunstancias históricas sean diferentes.

Domingo Monterrosa habrá solo uno, y hasta el final de los tiempos, su vida nos seguirá cuestionando porque sus actos se rigieron por un código de honor que solo las almas elegidas pueden vivir.

Lo más fácil es dejarse llevar por las pasiones o los intereses, sin importar las demás personas o la misión que Dios nos ha entregado para ser cumplida en nuestra vida. Es más fácil simplemente sobrevivir, sin complicarnos la vida, pasando sobre los demás con tal de cumplir nuestros caprichos.

Ser capaces de sacrificar el éxito personal o la comodidad del anonimato es una virtud reservada a las almas grandes, a esos personajes que nacen una vez cada cincuenta o cien años, de lo contrario, serían personas comunes y corrientes. La personalidad de nuestro héroe difiere de lo normal. Al salir de bachiller en el Liceo Salvadoreño, pudo haber optado por escoger una carrera universitaria o haber emigrado a los Estados Unidos donde ya se habían instalado varios de sus hermanos. Al contrario, ingresó a la Escuela Militar, no para buscar posicionamiento social o riquezas, sino para sumir plenamente la vocación de las armas y sacrificarse por su país hasta la donación de su propia vida.

Cada hora de estudio, cada pelotón de maniobra, cada instrucción de tiro, cada trote, cada curso, cada ascenso, eran por la Patria, un concepto abstracto o efímero para muchos, pero para él significaba la vida, la historia y la tradición de sus antepasados, la suma de los antiguos aborígenes de nuestras tierras y de los conquistadores, la lucha de los próceres, el sufrimiento de nuestros indígenas, el sudor de nuestros campesinos, el cansancio de nuestros obreros, las letras de nuestros escritores, las gestas de nuestros libertadores y la historia de nuestra Fuerza Armada, la Patria no era una palabra simple o una alusión del 15 de septiembre, simplemente lo era todo para su vida, lo que le daba sentido a su existencia, la razón de su sacrificio, que terminaría un día en el altar de la Patria.

Por ello es que su vida sigue siendo un referente siempre actual del patriotismo, un espejo en el que tenemos que seguir comparando nuestras vidas para luchar cada día por ser mejores.

Domingo Monterrosa nos enseña que sacrificarse por los demás vale la pena. Nos demuestra que la vida no es para enriquecerse sino para ser cada día más perfectos. Que vale la pena vivir al extremo los ideales y que hemos nacido para dejar huella en la vida y en la historia.

Domingo Monterrosa nos recuerda que vale la pena vivir con honor, sin entregarse a intereses rastreros y traidores. Que la vida no vale la pena si no se tiene un ideal.

Nos mostró dos sendas ineludibles que recorrer: Dios y la Patria. Su lema “Por la Patria y con Dios” se convirtió en un código de honor a cumplir por sus soldados, siendo él mismo el primero en cumplirlo.

La humildad y la dignidad fueron dos constelaciones que siempre guiaron su vida, que marcaron su azimut. A pesar de su grado militar nunca tuvo de menos a sus soldados, pero tampoco se humilló a las pretensiones de algunos jefes militares y políticos que veían en la guerra un negocio y a la que él la enfrentaba como un mal que debía erradicarse de la sociedad para poder alcanzar la paz y el desarrollo social.

Su honradez debería ser imitada por los gobernantes de turno, así como su responsabilidad en el cumplimiento del deber y su valor al enfrentar frontalmente a los enemigos de la Patria.

Domingo Monterrosa incomoda a los que se venden fácilmente a los enemigos de la Patria, le molesta a los mercantilistas, a los narcotraficantes, a los traidores, a los mercenarios, a los corruptos, a los cobardes.

Sin embargo, mi Coronel sigue siendo el ideal de los verdaderos hijos de la patria, de los militares honrados, de los auténticos ciudadanos, de los que todavía soñamos con un futuro mejor para nuestros hijos.

El tiempo y la historia lo harán brillar en su verdadera dimensión y tal como lo dijo Gerardo Barrios antes de morir: “Yo muero mientras el pueblo duerme, pero cuando el pueblo despierte yo resucitaré”

Por la Patria y con Dios

Sgto. Guido Miguel Castro

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