EN MEMORIA DEL EXIMIO CORONEL D.E.M. DOMINGO MONTERROSA BARRIOS

Yo, JOSE RAFAEL MUNOZ AMAYA nacido en la ciudad de Berlín, en el Departamento de Usulután, allá por el año de 1938, quiero referirme a mi inolvidable amigo, al Teniente Coronel Domingo Monterrosa Barrios, quien también nació en aquella bella ciudad de cafetales de esmeralda, cuajados de estrellitas blancas y de frutos escarlata, un cuatro de agosto de 1940.

Como todos los niños, que no saben de las artimañas, ni vicios, ni falsedades de los adultos, fuimos creciendo en medio de un ambiente que amanecía todos los días nutriendo nuestras inquietudes, reduciéndonos el espacio para nuestras travesuras y ayudándonos a creas nuevas formas de gozar esta vida.

A pesar de haber venido dos años antes que mi amigo, él iba siempre adelante; en la escuela me aventajaba dos grados. Cuando yo hacia mi segundo grado el ya estaba en cuarto y cuando el estaba en sexto grado, yo apenas estaba en cuarto. Bien recuerdo a nuestros maestros de la escuela primaria: la Señorita Catalina Morales, la Niña Bertha Cruz y Victoria Reyes, Don Chepe Marroquín, Don Gilberto Murcia, Don Meme Balcaceres, Don Omar Flores y otros. ¡Pobres maestros!

De cuando en vez me invitaba a comer a su casa y sus padres Dona 0tilia y Don Tomas se alegraban de las ocurrencias de su hijo de llevarles un comensal extra. Ha, tiempos!

Aprendimos juntos la doctrina para hacer nuestra Primera Comunión, el entonces Seminarista y después Coronel Pastor Bonilla, nos ensenaba el catecismo en la Iglesia de Berlín a la que llegabamos después de las clases en el Grupo Escolar Meardi. ¿Te acordas Domingo, cuantos tamales, marquesotes, y leche con chocolate comimos?

Juntos íbamos a ver los nacimientos en el mes de diciembre. Juntos también en la Semana Santa, recuerdo como nos velamos de arrechitos vestidos de ciriales; nos poníamos un camisón blanco y llevábamos los palos con una candela encendida. En las fiestas de mi pueblo, en el mes de marzo, íbamos a ver las carreras de cinta a caballo (en aquel tiempo al ganador de las carreras, las muchachas bonitas de pueblo Ie ponía una banda atravesada el pecho) pues nosotros también, buscábamos varas de café o de bambú, y esos eran nuestros caballos. Hacíamos nuestra fiesta aparte. El era el que más ganaba. Íbamos al cine a ver películas de vaqueros, las de Tarzán nos gustaban más, y también veíamos las de Cruz Diablo. Por el cine aprendíamos a jugar también de vaqueros; nosotros éramos los bandidos y desde entonces, el era siempre el tipo. Desperdiciábamos muchas municiones y el nunca moría.

Tanta felicidad se disipaba poco a poco, forzosamente íbamos creciendo y definiendo cada quien el camino que la vida tenia reservado. Como que la felicidad nos la habían prestado y había de devolverla a otros niños.

Alla por el año de 1951, por culpa del terremoto que destruyo la ciudad de Jucuapa, junto con mis padres nos vimos en la necesidad, por motivos de trabajo de trasladarnos a esa población. Muchos años pasaron para que yo pudiera adaptarme a otro ambiente; hacer nueva vida, nuevos amigos, en aquella desolación, tu ya enfilabas para la capital a proseguir tus estudios en el Liceo Salvadoreño y posteriormente en la escuela militar.

El tiempo que nadie lo detiene nos había alejado, pero el mismo tiempo se encargaría de volvernos a encontrar. Ya tus eras un joven con 18 cholotones años y yo con 20. Se celebraba el primer Carnaval de San Miguel y allí nos vimos. Siempre el mismo, sin cambios mas que la contextura física que dan los años y tus ejercicios escolares. La característica afable, bonachón alegre y bromista no habían desaparecido. Eso me sirvió para visitar siempre al amigo de infancia donde el estuviera: en la Guardia Nacional, en la Fuerza Aérea, en la Policía Nacional, en el Batallón Atlacatl o en la Tercera Brigada de San Miguel. Cuanta amabilidad. Cuanta alegría siempre por cualquier motivo llegaba a verlo. Casi siempre para pedirle favores y jamás vi la mínima expresión de desagrado.

Guardo muy bien las fotografías que le tome junto al Embajador de los Estados Unidos en El Salvador, cuando llego a Berlín y Domingo prestaba vigilancia con el Batallón Atlacatl. Nos volvimos a ver en la ciudad de Jucuapa cuando llego a desalojar insurgentes que se había apoderado de aquella población. Recuerdo que con mucha confianza me pidió que le consiguiera un poco de café y pan para mitigar la difícil jornada. Con que placer los hice. ¡Era un especial servicio a mi amigo de infancia!

Fue en San Miguel, en el local de la Tercera Brigada que cambiamos los últimos recuerdos de nuestra infancia. Me dijo: “Visítame mas seguido!”. Le prometí llegar de vez en cuando, pues a San Miguel nos lo visitaba muy a menudo.

Veámonos, me dijo, cuando estemos celebrando el centenario de Berlín en el año de 1985, y recordemos con todos los cheros nuestras carreras de cinta, los bandidos y tipos, los ciriales, los caballos de palo, y todo aquello que nos hizo niños.

Ya no volví a verlo. Un 23 de octubre de 1984, a las 5 de la tarde, la noticia de su muerte, me helo la sangre. Mis ojos extremadamente abiertos no podían ver más; el llanto me cegaba. ¡Mi amigo muerto! ¡Imposible! La radio, la TV y los diarios confirmaron la noticia.

Domingo no esta muerto. Vive entre nosotros, porque es parte nuestra. Diles a todos que nos fuimos amigos, fuimos hermanos. Dile que, por tu valentía de soldado, tu gloria de héroe, fuiste el mas grande, el mas respetado y el mas querido por todos. Aun siendo adulto, eras un niño amigo: sin nada de lo que a los hombres deshumaniza.

Amigo Domingo, nos veremos pronto. Y allá volveremos a ser niños.

NOTA: Jose Rafael (también conocido como Pepe Marimba) murió durante el conflicto al tratar de remover una bomba colocada por terroristas del FMLN debajo de un vehículo estacionado frente a su casa en San Salvador. Jose Rafael estaba tratando de proteger a su madre quien tenía amputada sus dos piernas debido a la diabetes y quien reposaba en una de las habitaciones frente a la calle. Valientemente Jose Rafael vio como los terroristas colocaron la bomba. El salió a la calle para removerla del vehículo. La bomba le exploto en sus manos. Murio como un heroe.