En Memoria de un Guerrero de la Paz: Coronel Domingo Monterrosa Barrios

Este 23 de octubre se cumplen 40 años de la muerte del coronel Domingo Monterrosa Barrios, una figura clave en la historia militar de El Salvador durante el conflicto armado de los años 80, considerado por muchos como uno de los últimos bastiones de la Guerra Fría. En medio de la pugna global entre las potencias del capitalismo y el comunismo, El Salvador se convirtió en un campo de batalla ideológico, donde Monterrosa, al mando del Batallón Atlacatl y posteriormente de la Tercera Brigada de Infantería, luchó por preservar la estabilidad del país y el fortalecimiento de la democracia frente a las fuerzas insurgentes autoritarias.

Monterrosa, conocido por ser un líder de campo y no de escritorio, fue un hombre que vivió la guerra junto a sus soldados. Nunca los enviaba al peligro sin acompañarlos; su frase era “vamos”, no “vayan”. En cada misión, ponía su vida al mismo nivel que la de sus hombres, compartiendo con ellos los riesgos y sacrificios. Siempre dejó en claro que su lucha, al igual que la de sus soldados, era por alcanzar la paz en un país desgarrado por la violencia. En repetidas ocasiones manifestó públicamente que su objetivo final era devolver la paz a El Salvador. Ese compromiso con el ideal de la paz lo guio hasta su último día.

El coronel Monterrosa también es visto como el refundador de la Fuerza Armada de El Salvador. Se le reconoce como uno de los militares más brillantes en la historia del país, comparado incluso con su ancestro, el capitán general Gerardo Barrios. Bajo su mando, sus tropas combatieron con gallardía y astucia a la insurgencia, enfrentando a un enemigo que causó una espiral de violencia que afectó todas las facetas de la vida social, económica y política del país.

La muerte heroica del coronel Monterrosa ocurrió el 23 de octubre de 1984, cuando el helicóptero en el que viajaba junto a otros destacados jefes militares explotó en el aire. Este evento, que conmovió a todo el país, ha sido objeto de especulaciones y narrativas construidas por la propaganda insurgente, cuyo objetivo siempre fue deformar su legado.

Hoy, a 40 años de su fallecimiento, podemos afirmar que su legado se mantiene y su nombre no ha sido borrado. Recordamos vivamente al coronel Domingo Monterrosa como un líder que luchó no solo por su país, sino por la paz que tanto anhelaba para el pueblo salvadoreño. Su valentía, su disposición a compartir el destino de sus hombres y su brillantez táctica y operativa lo han inmortalizado en la historia de El Salvador. Su vida fue un ejemplo de honestidad, sacrificio, honor y lealtad. Su legado perdura como un recordatorio del valor, la dedicación y el profundo amor a la patria que orgullosamente llamamos El Salvador.

Nuestro país merece más figuras que, como el coronel Monterrosa, tengan como honesta premisa de vida el bienestar de toda una nación.

DOMINGO MONTERROSA SIEMPRE ACTUAL

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Por Guido Miguel Castro

Por lo regular, los personajes históricos representan una época y su obra se adecúa a ese momento en el tiempo y en el espacio. En cambio, los héroes se vuelven siempre actuales porque su ejemplo está siempre vigente, su mensaje nos sigue cuestionando aunque pasen muchos años y las circunstancias históricas sean diferentes.

Domingo Monterrosa habrá solo uno, y hasta el final de los tiempos, su vida nos seguirá cuestionando porque sus actos se rigieron por un código de honor que solo las almas elegidas pueden vivir.

Lo más fácil es dejarse llevar por las pasiones o los intereses, sin importar las demás personas o la misión que Dios nos ha entregado para ser cumplida en nuestra vida. Es más fácil simplemente sobrevivir, sin complicarnos la vida, pasando sobre los demás con tal de cumplir nuestros caprichos.

Ser capaces de sacrificar el éxito personal o la comodidad del anonimato es una virtud reservada a las almas grandes, a esos personajes que nacen una vez cada cincuenta o cien años, de lo contrario, serían personas comunes y corrientes. La personalidad de nuestro héroe difiere de lo normal. Al salir de bachiller en el Liceo Salvadoreño, pudo haber optado por escoger una carrera universitaria o haber emigrado a los Estados Unidos donde ya se habían instalado varios de sus hermanos. Al contrario, ingresó a la Escuela Militar, no para buscar posicionamiento social o riquezas, sino para sumir plenamente la vocación de las armas y sacrificarse por su país hasta la donación de su propia vida.

Cada hora de estudio, cada pelotón de maniobra, cada instrucción de tiro, cada trote, cada curso, cada ascenso, eran por la Patria, un concepto abstracto o efímero para muchos, pero para él significaba la vida, la historia y la tradición de sus antepasados, la suma de los antiguos aborígenes de nuestras tierras y de los conquistadores, la lucha de los próceres, el sufrimiento de nuestros indígenas, el sudor de nuestros campesinos, el cansancio de nuestros obreros, las letras de nuestros escritores, las gestas de nuestros libertadores y la historia de nuestra Fuerza Armada, la Patria no era una palabra simple o una alusión del 15 de septiembre, simplemente lo era todo para su vida, lo que le daba sentido a su existencia, la razón de su sacrificio, que terminaría un día en el altar de la Patria.

Por ello es que su vida sigue siendo un referente siempre actual del patriotismo, un espejo en el que tenemos que seguir comparando nuestras vidas para luchar cada día por ser mejores.

Domingo Monterrosa nos enseña que sacrificarse por los demás vale la pena. Nos demuestra que la vida no es para enriquecerse sino para ser cada día más perfectos. Que vale la pena vivir al extremo los ideales y que hemos nacido para dejar huella en la vida y en la historia.

Domingo Monterrosa nos recuerda que vale la pena vivir con honor, sin entregarse a intereses rastreros y traidores. Que la vida no vale la pena si no se tiene un ideal.

Nos mostró dos sendas ineludibles que recorrer: Dios y la Patria. Su lema “Por la Patria y con Dios” se convirtió en un código de honor a cumplir por sus soldados, siendo él mismo el primero en cumplirlo.

La humildad y la dignidad fueron dos constelaciones que siempre guiaron su vida, que marcaron su azimut. A pesar de su grado militar nunca tuvo de menos a sus soldados, pero tampoco se humilló a las pretensiones de algunos jefes militares y políticos que veían en la guerra un negocio y a la que él la enfrentaba como un mal que debía erradicarse de la sociedad para poder alcanzar la paz y el desarrollo social.

Su honradez debería ser imitada por los gobernantes de turno, así como su responsabilidad en el cumplimiento del deber y su valor al enfrentar frontalmente a los enemigos de la Patria.

Domingo Monterrosa incomoda a los que se venden fácilmente a los enemigos de la Patria, le molesta a los mercantilistas, a los narcotraficantes, a los traidores, a los mercenarios, a los corruptos, a los cobardes.

Sin embargo, mi Coronel sigue siendo el ideal de los verdaderos hijos de la patria, de los militares honrados, de los auténticos ciudadanos, de los que todavía soñamos con un futuro mejor para nuestros hijos.

El tiempo y la historia lo harán brillar en su verdadera dimensión y tal como lo dijo Gerardo Barrios antes de morir: “Yo muero mientras el pueblo duerme, pero cuando el pueblo despierte yo resucitaré”

Por la Patria y con Dios

Sgto. Guido Miguel Castro

LOS ENEMIGOS DE DOMINGO MONTERROSA

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Por Guido Miguel Castro

Domingo Monterrosa era un militar ejemplar, un ciudadano modelo y un hombre íntegro. Eso lo volvió un problema, un estorbo para muchos.

Por una parte, los delincuentes terroristas veían en él y en las tropas que dirigía, una barrera infranqueable que no les permitió cumplir con sus más rastreras intenciones. A esto se unía la incipiente formación militar con la que los terroristas entraban en combate, la mala alimentación y las condiciones paupérrimas en las que los mantenían los líderes terroristas, a pesar de contar con millones de colones producto de los secuestros de empresarios de los años setenta.

Esa incapacidad militar los llevaba a inventar leyendas y a tejer mentiras para manchar su buen nombre y su prestigio como militar. Lo acusaron de asesino y genocida y nunca han podido probar nada, más bien se contradicen y siempre han quedado en ridículo. Es como que un cerdo se rasque el lomo en el tronco de un gran roble centenario todos los días, pero nunca lo derribarán.

Por otra parte, siempre ha sido odiado por los ideólogos de los terroristas, que vieron en él la contradicción de todas las sandeces que pretendieron hacer creer a la población civil sobre la Fuerza Armada. No logran entender el por qué la población civil lo recibía con los brazos abiertos, lo escuchaban con atención, le daban la razón y le apoyaban en su campaña de pacificación nacional, y no solo eso, no se explican cómo la gente lo admiraba, lo idealizaba, lo idolatraba, porque era la encarnación del verdadero héroe para los salvadoreños de su época.

Para ellos, lo lógico era que el pueblo se levantara en armas y odiara a la Fuerza Armada, y sin embargo, la gente rechazaba esas ideas foráneas y apoyaba la institucionalidad del Ejército y a su máximo representante, el Coronel Domingo Monterrosa Barrios.

Finalmente, lo más triste de todo, era que también para los malos militares su figura era molesta, porque evidentemente, los hacía ver mal. Estos individuos eran aquellos individuos que habían llegado a la institución armada a buscar riquezas mal habidas, falso status social, poder mal utilizado, venganza, odio social, machismo o eran terroristas infiltrados. Militares sin vocación a quienes no les importaba violar los códigos de honor dentro del ejército y buscaban satisfacer sus más rastreros intereses, muchas veces, a costa del sufrimiento y hasta de la vida de humildes soldados que ofrendaban su vida por la Patria sin darse cuenta que eran víctimas de traidores a su juramento a la bandera.

Domingo Monterrosa descubrió muchas veces negocios sucios, movimientos de armas decomisadas, compra de munición defectuosa, pero quizás lo que más le incomodaba a los malos militares, era su esfuerzo y deseo que la guerra terminara lo más pronto posible, haciendo uso de la honorable vía militar y no de negociaciones arregladas que pisotearon el honor de la Fuerza Armada y lanzaron a sus miembros a un futuro vergonzoso e incierto, mientras los agresores terroristas pasaron a un mundo de poder político, empresas oscuras, ong´s y vida en sociedad.

Esos enemigo de nuestro héroe son los que siempre desearon su muerte, y que al final lo asesinaron, porque era un estorbo, porque los hacía ver mal, porque no soportaban la forma honorable con la que vivía el cumplimiento del deber.

Sin embargo, los que creyeron que al eliminarlo se librarían de su sombra, estaban equivocados. La muerte solo volvió más grande a nuestro héroe, solo iluminó las virtudes que siempre mantenía ocultas por su humildad, su muerte lo elevó al rango de la inmortalidad y por eso continuaron atacándolo y sus asesinos se escondieron en la amnistía y los ruidos y recovecos de la guerra.

Pronto llegará el amanecer del día en que su nombre será reivindicado y el pueblo podrá honrar abiertamente su memoria y su vida será presentada como modelo a seguir en las presentes y futuras generaciones.

Por la Patria y con Dios.

Sgto. Guido Miguel Castro