EL DÍA DEL SOLDADO

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Por Guido Miguel Castro

El 7 de mayo de 1824, la Legión de la Libertad, comandada por el General Manuel José Arce, se organizaba como el embrión de lo que ahora conocemos como la Fuerza Armada de El Salvador.

Esta fecha se instituyó como la fiesta del Soldado Salvadoreño, para rememorar el papel que estos héroes anónimos han jugado en la construcción de la República, desde el recluta recién juramentado hasta el General de División. Todos, sin distinción, han jurado defender a la Patria, aun a costa de sus propias vidas, y muchos lo han hecho, muchos de forma heroica como el Teniente Coronel Domingo Monterrosa, quien además vivió su carrera militar con honor e hidalguía.

El honor de portar el uniforme del soldado nacional no lo pueden experimentar todos los ciudadanos, pero quienes lo hacen deben considerarse privilegiados porque son la continuidad de ese ideal original del General Arce, quien llegó a afirmar “El Ejército vivirá mientras viva la República”, en el ánimo de considerar a la institución armada como la garante de la institucionalidad democrática de El Salvador, como el ojo avizor de un pueblo que poco puede hacer en un momento dado contra el poder político, que muchas veces abusa y privilegia a unos pocos.

El soldado salvadoreño ha escrito páginas heroicas en la historia de la República, su sangre ha regado la tierra salvadoreña en defensa de los intereses nacionales, tanto de enemigos extranjeros como de agresiones internas, el soldado salvadoreño ha ocupado siempre la primera línea de fuego, en la retaguardia, escondidos y aprovechados, están los políticos que al final disfrutan de los beneficios que el soldado ha logrado con el sacrificio de su vida y de su integridad física.

Nadie puede negar que el actual proceso democrático lo inició la Fuerza Armada, tan criticada y tan vilipendiada por aquellos que ahora gozan de los dineros públicos y del poder político, sin embargo, el soldado regresó a sus guarniciones militares o pasó a la vida civil de forma incógnita, sin beneficios, a comenzar de nuevo, su sacrificio benefició a otros menos a él. De esa manera, veinte años después, observamos a los veteranos de guerra luchando por beneficios mínimos que ahora los políticos dicen no saber de adonde tomar, y los califican de revoltosos, pero cuando las balas silbaban, todos se escudaban tras las unidades de combate de la Fuerza Armada.

El soldado salvadoreño es por regla general, con honorables excepciones, de origen humilde, eran de manos encallecidas y pieles curtidas por el sol las madres que reclamaban los cuerpos de sus hijos caídos en combate, eran familias sencillas las que acompañan a nuestros soldados en los cuarteles los días de visita, muchas veces analfabetas o de baja formación académica, su paso por la Fuerza Armada implica no solo la formación en las artes de la guerra, sino también cierto de nivel de alfabetización o el aprendizaje de una oficio que les permita ganarse la vida honradamente al volver a la vida civil.

Pero lo esencial del soldado salvadoreño es su disposición a defender los intereses patrios, aún con la ofrenda de la propia vida, sin esperar a cambio ni siquiera el reconocimiento de su sacrificio. Su interés es servir a la Patria, un concepto que para muchos no significa nada, pero para el soldado salvadoreño lo es todo.

Vaya nuestro recuerdo y nuestro homenaje a todos los soldados que a lo largo de 190 años han ofrendado su vida, su sangre, su sudor, sus lágrimas y su valor para permitirnos a los salvadoreños de todos los tiempos vivir en libertad.

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