MONTERROSA: IDEAL DEL SOLDADO SALVADOREÑO
El Teniente Coronel Domingo Monterrosa Barrios representa el ideal a seguir por cualquier hombre que porte el uniforme del soldado salvadoreño.
HONOR: Monterrosa actuó siempre por honor y con honor, cada uno de sus actos reflejaba esa virtud tan rara hoy en día. Todos andan tras el benficio personal, él nunca lo hizo, el cumplimiento del deber era siempre el camino a seguir, aun a costa de su propia vida, y cumplió con sangre ese juramento que un día hiciera en la Escuela Militar. Nadie puede señalarle un abuso, ni un acto de corrupción, lo único que manchó su expediente fue su propia sangre. Nunca se metió en política, vivía su juramento a la bandera con la hidalgupia de los heroes míticos, nació, vivió y murió como un verdadero soldado, con honor, sin doblez, sin mancha.
HIDALGUÍA: Siempre actuó con la dignidad de los príncipes, era un soldado de sangre azul, que sin embargo nunca escogio la comodidas del mando a distancia, por el contrario estaba en la primera linea de fuego, pecho a tierra con su tropa, sudaba, sentía sed y hambre, frío y calor, cansancio y gozo, todo junto a sus guerreros. Marchaba siempre con la frente en alto, como quien no tiene nada de qué avergonzarse. Murió pobre, como mueren los heroes.AMOR A LA PATRIA: La Patria no era un concepto vacío, para él encerraba la grandeza de la historia nacional, el sudor y la sangre de millones de hombres que han construido paso a paso El Salvador. Defender a la patria no era un simple slogan, era una verdad que vivía minuto a minuto, no escatimaba esfuerzo, las pocas fotos en campaña que se conservan reflejan la imagen de un hombre dedicado de lleno a su labor como comandante de campo, barbado, cansado, sucio, pero con el espíritu siempre alerta, no conoció el miedo porque sus intereses eran más elevados, no había tiempo para el temor, solo para el arrojo y la valentía. La Patria era la doncella por la que luchaba este caballero andante, de triste figura pero de un corazón inmenso.
ENTREGA: Todas sus acciones reflejaban una entrega total a su vocación de soldado salvadoreño, la planificación de los operativos, la preocupación por el bienestar de la tropá, el trabajo en equipo, el ánimo que imprimia y que movía hasta el más temeroso. Diariamente se codeaba con la muerte, no le temía, se saludaba con ella, sabía que en el momento que se encontraran definitivamente solo sería una dama de compañia que lo conduciría hasta el Comandante en Jefe. Como buen miembro de la hermandad de la seda, no murió, solo se reagrupó en el cielo.
ARROJO Y CORAJE: el primero en el combate, el primero en el salto, el primero en su promoción, siempre el primero, no para recibir honores, sino para imprimir coraje en sus compañeros y subalternos, junto a él no costaba ser valiente, era un honor, era un reto, emularlo era un orgullo.
Para él la guerra no fue un negocio, fue una misión que cumplir, no combatía por odio, lo hacía por la patria, por eso era temido, no era soldado por un sueldo, lo hubiera hecho igual sin recibir paga, era soldado por la patria, y él le agregó, y con Dios.
CREYENTE: Era un hombre temeroso de Dios y consciente de sus limitaciones como humano, por eso Dios siempre estuvo con él, lo amaba como a uno de sus hijos predilectos, y un día no resistió más y se lo llevó. Ahora es la estrella más brillante del firmamento, la que nos guía en la caminata nocturna, la que da esperanza en medio del combate, la que nos marca el camino de la vida.
Monterrosa vivirá en cada hombre de uniforme que lo porte con dignidad y honor, y también en cada hombre que habiéndolo portado seamos capaces de seguir viviendo con el mismo honor. Por la Patria y con Dios
Sgto. Guido Castro
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