HÉROES
Son nuestros héroes, mochila al hombro, fusil en ristre, munición al cinto, agilidad felina, valor de paladín.
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Héroes, hombres sencillos, humildes, hijos de la tierra; héroes, simiente de Atlacatl, Atonal, Bracamonte, Belloso, Barrios, Arce, Monterrosa, Calito, Azmitia y de los soldados desconocidos; héroes, personificación de aquellos que se unieron a la tierra en acción de combate, fundiéndose en un abrazo; héroes, reivindicadores de aquellos que no tuvieron ni si quiera la gloria de un funeral digno.
Manos encallecidas, cuerpos fibrosos, articulaciones de acero, pies de gacela, ojos de halcón, oído de ciervo, corazón de padre…
Se funden en el camuflaje de la floresta, se vuelven aire, tierra, agua y fuego, los cuatro elementos se unifican y se manifiestan en el combate.
Son nuestros héroes, mochila al hombro, fusil en ristre, munición al cinto, agilidad felina, valor de paladín.
Los primeros en el combate, los últimos en la retirada, los primeros en el sacrificio, los últimos en la queja, los primeros en el sacrificio, los últimos en la gloria.
Su alma llena de ideales, ignoran el frío, el hambre, el dolor, el desvelo, la sed, prestos a cumplir la misión a toda costa.
Aguerridos en la batalla, certeros en el disparo, impávidos ante la muerte, nervios de acero, sigilo en el avance, preciso en la ubicación, paciente en la emboscada.
Amantes de la Patria, respetuosos de la Ley, defensores de la República.
“El Ejército vivirá mientras viva la República” es la consigna dada por nuestro Fundador.
Soldados de la Patria, Héroes anónimos, son las piedras que se esconden en los cimientos del edificio de la República, que pasan sin notarse, pero es en ellos donde reside la estabilidad de la Nación.
Humildes como las ramas del árbol, se mueven con el viento sin romperse, sostienen sus mejores frutos y al final, en silencio, son quemados al fuego.
Grande será su recompensa en la eternidad del cielo, ninguno quedará sin la corona de la gloria, sin la corona del heroísmo, sin los laureles de los héroes.
Dios los acoge en su Reino, con los brazos abiertos, “Venid hijos míos, a recibir la corona de la gloria, venid obrero bueno y fiel, entrad y cenad junto a Mí, porque vuestro sacrificio ha sido grande y el premio es mayor”.
Desgraciadamente ni los políticos, ni los potentados saben reconocer el papel de los héroes, gozan de los beneficios de su sacrificio, pero los dejan a merced de la fatalidad de su destino.
Me he encontrado héroes pasando hambre, enfermos, sin esperanza en el futuro, cansados de luchar por lo que en justicia les corresponde. Los he visto llorar por la Patria, llenos de ira cuando alguien habla en mal de El Salvador “¿Quién es este hijueputa para hablar de mi Patria? ¡¡¡¡ Si nunca se mojó el culo echando verga en el monte!!!!”…
Pero la historia sabrá juzgarlos, la historia les dará su justo lugar en el Altar de la Patria. Un día, las futuras generaciones les rendirán homenaje, colocarán sus nombres en letras de oro, y cada uno tendrá una estrella en el cielo inmortalizando su nombre para la eternidad.
Si tú, hermano soldado, estás leyendo éstas líneas, y en alguna ocasión lo distes todo en el campo de batalla, si alguna vez llorastes por el camarada herido o muerto en combate, si alguna vez fuiste herido, o te amputaron una parte de tu cuerpo, si sentistes el rigor del combate y cristes que no saldrías vivo, pero lo distes todo de ti para salir adelante y salvar a tu unidad, entonces este artículo es para Ti, Héroe Nacional, ¡Gracias camarada! ¡Gracias! Porque gracias a Ti podemos escribir estas palabras, podemos caminar libremente por las veredas de nuestra patria y seguir luchando la guerra que tú iniciastes, con el mismo ardor y valor.
Por la sangre que derramastes juramos, por la Patria, ¡Vencer o Morir!
Por la Patria y con Dios
Sgto. Guido Miguel Castro
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