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LA HUMANIDAD DEL CHARLY MONTERROSA

Domingo Monterrosa y el pueblo Salvadoreno

Desde que era un estudiante de secundaria, Domingo Monterrosa siempre buscó ayudar a su prójimo.
Vivía sobre la 25 Avenida Norte, frente a las lavanderias del ISSS, en compañia de su hermana, a la vuelta de la comunidad Tutunichapa.
Estudiaba en el Liceo Salvadoreño, pero durante los fines de semana, preparaba a los niños pobres para que recibieran la Primera Comunión. Llegó a pensar en hacerse sacerdote, pero al final se dio cuenta que Dios le tenía destinada otra misión: la gloriosa carrera de las armas y finalmente, la vocación de Héroe de la Patria.
Cuando tuvo mando de tropa nunca abusó de su posición para maltratar a sus soldados.
Cuando faltaba alguno de sus subordinados a sus deberes, prefería imponerles ejercicios que fortalecías sus cuerpos y aumentaba su resistencia que maltratarlos o humillarlos con garrotazos, insultos y bartolina.
Durante la guerra contra Honduras tampoco permitió abusos contra los vencidos, ni violaciones a las mujeres, ni robo de propiedades y semovientes, nada fuera del orden y la ley.
El 7 de mayo de 1980 salvó a un grupo de civiles y militares que se encontraban en la Finca San Luis de morir ejecutados por orden del Coronel Majano, quien creía que dicho grupo, liderado por el Mayor Daubuisson, estaba planificando un golpe de Estado contra la Junta Revolucionaria de Gobierno. La intervención de Monterrosa les salvó la vida. Practicamente el partido ARENA le debe la vida al Charly Monterrosa.
Durante la guerra contra la agresión comunista, a pesar de las duras condiciones en las que se luchaba, nunca se desesperó ni se desquitó contra ninguno de sus soldados. Los amaba como un padre a sus hijos, los ayudaba en los escenarios de combate, combatía muchas veces en la primera linea de fuego, sin miedo, con heroismo y con hidalguía, lloraba junto a los lisiados y a los muertos en combate, nunca aplicó castigos humillantes a sus soldados, solo los hacía flexionar para que se fortalecieran sus piernas, compartía una tortilla con frijoles junto a otros dos soldados, nunca buscó privilegios junto a la tropa, solo salía del escenario de combate si existía una necesidad extrema o se le requería por parte del alto mando.
Se conmovía profundamente frente al sufrimiento de su pueblo.
Al liberar algunos pueblos, se reunía en la plaza pública con la gente y les explicaba la razón de la lucha de la Fuerza Armada, porque era gente engañada muchas veces, y la gente sentía en él a un verdadero lider.
A veces mitificamos a nuestros héroes, pero ellos tenían también un corazón humano, una parte sentimental, una faceta llena de caridad. Domingo Monterrosa era escencialmente humano, y como tal, conocía el dolor y tenía una fuerte convicción del deber, y él mismo no escatimaba dolor para cumplir con el deber, con el fin de evitar al máximo el dolor ajeno.
Llegó hasta las últimas consecuencias, con la ofrenda de su vida por su pueblo, dio vida a las palabras del Maestros: “No hay mayor amor que el del que da la vida por sus amigos”. Domingo Monterrosa sabía que podía morir, sus compañeros de promoción se lo dijeron unos días antes de morir, pero él tenía un ideal más alto por el que luchar: la paz de su pueblo, y si el precio de esa paz era su vida, estaba dispuesto a hacerlo y lo hizo.
“Juré que cumpliría y cumplí”
Por la Patria y con Dios

Sgto. Guido Miguel Castro

EL CHARLY MONTERROSA VIVE!!!!!!

Veintisiete años han pasado desde la desaparición física de nuestro querido Domingo Monterrosa Barrios!!! pero su ejemplo se mantiene vivo en cada uno de los que admiramos su herencia, herencia que no es material porque murió pobre como los grandes, sino moral, porque imitar al Charly Monterrosa es practicar la honestidad, la honradez, la fe en Dios, el amor a la Patria, la defensa de los más pobres, es luchar por la paz, es servir a los demás, es vivir con honor, es morir día a día a uno mismo para nacer a los demás, es luchar mamo a mano con los subalternos, es sufrir con ellos el hambre, el frío, el miedo, la sed y el cansancio.
La Patria, hoy como hace 27 años, necesita hombres como Monterrosa, que se olviden de sí mismos para pensar en su pueblo, que se desprenda de lo material para no ser atrapados por la corrupción y así poder pensar en los demás, hombres para los que el cansancio ya no signifique nada y que la entrega de la propia vida sea el pan de cada día.
Necesitamos devolver a los hombres de armas la dignidad, el honor y la hidalguía que les caracterizó hasta antes que Cristiani denigrara la Institución Armada y entregarla a la voluntad de los buitres que siempre quisieron cebarse de sus mejores hijos.
La Nación necesita del orden, la probidad y la rectitud que ha caracterizado siempre al hombre que ha abrazado la carrera de las armas, cuyo ejemplo más preclaro ha sido Mi Coronel Domingo Monterrosa.
Fue precisamente su lealtad a la misión que adquirió cunado juró defender a la Patria, la que provocó que los apátridas le tendoeran una trampa para asesinarlo, pero se jodieron, porque su muerte hizo que se esparcieran miles de semillas que poco a poco irán germinando en sus hijos, quienes forjaremos un mañana de esperanza para nuestra Patria.
Al igual que de los mejores hijos de Atlacatl se formó el BIRIA, así también de los mejores hijos de Monterrosa surgirá una pléyade de patriotas que devolverán a la Patria y a la Institución Armada el brillo que otrora nos distinguiera entre las Naciones y los Ejércitos del mundo.
Es hora que tiemblen los corruptos, arribistas, traidores y entreguistas, porque la venganza de Monterrosa será inmisericorde, el juicio de la historia ya los ha condenado, pero la fuerza de la Reacción Inmediata hará que se arrepientan hasta la cuarta generación del deshonor en que ahogaron a nuestra Patria.
Monterrosa Vive!!!!!!!!!!!!!!!!!1 Por la Patria y con Dios!!!!!!!!!!!!!

MONTERROSA Y EL PUEBLO

El Teniente Coronel José Domingo Monterrosa Barrios era ante todo un hombre del pueblo. De aspecto humilde, nunca entró en los esquemas de los jefes plagados de medallas, no él ante todo era soldado, se vestía como un soldado, luchaba como el mejor de los soldados, comía junto a los soldados, congeniaba con los soldados, con los hijos del pueblo, sufría con ellos, se desvelaba con ellos y velaba por ellos.
Su gran aspiración era liberar al pueblo más humilde, a los campesinos, del flagelo de los delincuentes terroristas que en base al miedo los obligaban a apoyarlos en las retaguardias estratégicas y a ser usados como carne de cañon y escudos humanos.
Nunca le robó al pobre, nunca exigió, siempre pidió de favor y recompensó los servicios que se le prestaban.
Su vestir era el del hombre humilde, nunca tuvo nada y por eso no cuidaba nada, lo arriesgaba todo, porque desde que pronunció con hidalguía su juramento a la bandera, se dio cuenta que lo había entregado todo a la Patria, hasta su propia vida, por eso coqueteaba con la muerte, era su compañera en los combates, en cierta medida ella lo respetaba.
Nunca vio de menos a nadie, solo a los rastreros traidores a la patria, siempre reconoció el valor de cada persona, de cada soldado, de cada clase, de cada oficial, por Monterrosa no costaba dar la vida.
Cuando se dirigía a la gente de las zonas liberadas de terroristas, lo escuchaban y sentían que les transmitía seguridad, confianza. Hablaba como la gente compun y corriente, nunca rebuscó las palabras de su mensaje, siempre se ponía en el lugar de quien lo escuchaba.
Nunca escribió nada, porque solo tenía tiempo para combatir. Sabía que cada segundo contaba para luchar por alcanzar la paz, él nunca peleó por generar más guerra, él quería acabar con la guerra porque esta hacía sufrir a la gente.
Pocas personas han amado tanto a su pueblo como Monterrosa Barrios y pocos han sido tan incomprendidos como él.
Su problema era que su personalidad y comportamiento hacían ver mal a otros, cuando se le proponía como ejemplo a seguir pocos eran capaces de emularlo, porque hacerlo implicaba dejarlo todo y entregar hasta la vida, sin medida, sin límites, entrega total a la Patria, hasta la última gota. Amó a su pueblo hasta el rictus del dolor.
Qué honor el de aquellos que combatieron junto a él y que gloria para los que murieron con él. Qué envidia de los que murieron bajo su mando o su inspiración y qué compromiso para los que sobrevivimos y lo tenemos como el paladín de la verdad. Si no continuamos con su legado entonces somos unos hipócritas, pero si lo hacemos, aún a costa de nuestra propia vida, seremos merecedores que se nos coloque con sangre la bella insignia de nuestro BIRI Atlacatl, similar a una orden de caballería, merecedora solamente para aquellos que han comprendido lo que significa el honor, la lealtad, la hidalguía, el amor patrio.
Sus manos eran encallecidas, reflejo de toda una vida llena de sacrificios, sus botas siempre polvosas de recorrer los caminos y veredas de El Salvador, sus uniformes siempre desgastados por el uso en el combate, su fusil siempre al rojo vivo y con el selector en ráfaga, su corazón siempre desbordante de amor patrio.
Su sombrero llegó a ser un símbolo, empapado por el sudor y privilegiado de cubrir la cabeza del mejor soldado salvadoreño, su cuchillo al pecho, listo para el combate cuerpo a cuerpo, sus cargadores llenos siempre prestos al combate, su mirada siempre lista para la acción.
¡José Domingo Monterrosa Barrios! Vivirás en el corazón de los humildes porque solo ellos pueden comprenderte ya marte porque tú eras uno de ellos.
Por la Patria y Con Dios

Sgto. Guido Miguel Castro