LA MARCHA DEL COMANDO
Los comandos tenian rostros curtidos por el sol y el sufrimiento. Iban formados disciplinadamente en escalones de acuerdo a la asociación en la que están organizados
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Hace algunos días encontré a una manifestación de veteranos de la Fuerza Armada marchando sobre el Paseo General Escalón, dirigiéndose posteriormente por la 79 Avenida Sur hacia la Zona Rosa a presionar a los diputados que realizaban una confortable reunión en el Hotel Sheraton, antes Hotel Presidente, ubicado frente al Monumento a la Revolución que en 1948 protagonizó la Fuerza Armada para alcanzar muchas conquistas sociales a favor del pueblo salvadoreño.
Los comandos tenian rostros curtidos por el sol y el sufrimiento. Iban formados disciplinadamente en escalones de acuerdo a la asociación en la que están organizados.
Usaban algunas de las prendas con las que un día se uniformaron para defender a su Patria: botas, boinas, gorras, camisas de camuflaje, camisetas de sus unidades militares. Los comandos cantaban las viejas canciones del trote y repetían frases de desafío a un gobierno que no ha cumplido las promesas que desde hace 20 años les vienen haciendo.
Son veteranos de más de 50 años, que dieron sus mejores años en la defensa de la Patria, que gracias a su sacrificio ahora podemos gozar de cierto grado de libertad, que no tendríamos si los terroristas hubieran llegado al poder en aquel tiempo.
La PNC los custodiaba, con respeto y temor, porque saben del potencial bélico de estos comandos, entrenados por los mejores comandos y estrategas militares del mundo, entre ellos el Teniente Coronel Domingo Monterrosa Barrios. Son militares que lograron frenar el impulso de la ofensiva terrorista en El Salvador. Son hombres que lo dejaron todo: tierras, familia, ganados, estudios, proyectos, trabajo, por atender el llamado de una Patria herida y amenazada, mientras otros la destruían o huían a la comodidad del autoexilio o el anonimato.
Por un lado el Presidente de la República y sus funcionarios más cercanos los descalifican y los desprecian, sin pensar que si están gozando de las mieles del poder, es porque hace 20 años, sesenta mil hombres defendían la institucionalidad del país; y por otra parte, los diputados de la Asamblea Legislativa le dan largas a la ley que establecerá de manera obligatoria los beneficios de nuestros compañeros y amigos de armas.
Si el gobierno redujera los gastos suntuarios como viajes, carros de lujo, asesores innecesarios, y creara programas de vivienda, salud, educación y financiamiento para los veteranos en las instituciones de carácter social del gobierno, tendría un grave problema menos y nuestros comandos tendrías la merecida recompensa a sus esfuerzos y sacrificios.
En todas las naciones desarrolladas, los veteranos de guerra son tratados con dignidad, hasta para cuando fallecen, existen cementerios dignos, como el de Arlington en Virginia, Estados Unidos, y reciben su pensión puntualmente, aunque se encuentren en el más lejano rincón del mundo.
Los veteranos de guerra son personas, que sufren, que ríen, que lloran, que tienen hambre y sed, aunque hayan aprendido a dominar el dolor en combate. Son personas con familias, que ahora están sufriendo secuelas de la guerra o enfermedades propias de la vejez. Y ahora, ¿quién vela por ellos después que cumplieron al pie de la letra con su juramento a la bandera?
Es solo una cuestión de justicia, de equidad, de dar a cada quien lo que le corresponde, de alcanzar el Bien Común, que es el objeto principal del Estado.
Desde lo más profundo del corazón de la tierra cuscatleca resuena la voz de nuestros antepasados, de Atlacatl, de Atonal, de Barrios, de Belloso, de Bracamonte, de los Héroes de Joateca, de todos los caídos en combate, exigiendo a los actuales gobernantes que resuelvan este asunto a la brevedad posible.
Un día la historia reconocerá la valentía de nuestros guerreros y la dimensión de su aporte a la libertad y al desarrollo de la Nación.
Por la Patria y con Dios.
Sgto. Guido Miguel Castro