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MENSAJE DEL CORONEL MONTERROSA BARRIOS A LOS VETERANOS DE GUERRA DE LA FUERZA ARMADA

Domingo Monterrosa y el pueblo Salvadoreno

Domingo Monterrosa y el pueblo Salvadoreno

Soldados veteranos, tras ustedes se encuentran las tumbas de nuestros camaradas que ya se han reagrupado a mi alrededor aquí en el cielo, y ese sacrificio no puede quedar en vano.

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Queridos Veteranos de Guerra:

En esta primera celebración del Día del Veterano de la Fuerza Armada, deseo enviarles mis saludos desde la eternidad, en la que nunca he dejado de ser soldado del glorioso Ejército Salvadoreño.

Haber logrado el reconocimiento legislativo de este día, que recuerda el esfuerzo, el sudor, las lágrimas, la sangre y el dolor que todos nosotros ofrecimos en el altar de la Patria en favor de nuestro pueblo y de la liberación de la opresión de la amenaza comunista que se cernía sobre nuestra Patria, es un primer paso en la lucha por la dignificación de todos nuestros compañeros de armas.

Nadie como los soldados de la Fuerza Armada ha dado una cuota de sacrificio en la construcción de la República. Durante la guerra, la esperanza de nuestro pueblo se mantenía en alto porque sabían que los soldados de la Fuerza Armada eran capaces de entregar hasta la propia vida por asegurar la libertad y el progreso de los verdaderos salvadoreños.

Solo nosotros sabemos lo que es el fragor del combate, lo que significa el miedo que es superado por el coraje y la preparación técnica con el que instruíamos a todas nuestras unidades.

Ni el hambre, ni el sueño, ni el cansancio, ni la soledad, ni la muerte, ni el dolor fueron capaces de hacernos retroceder en el cumplimiento de la misión que nos fue conferida el día de nuestro juramento ante la Bandera nacional.

Nuestros hombres pusieron la mayor cuota de sangre y dolor entre los 75,000 muertos del pasado conflicto, sin contar todos los miembros de la institución armada que fueron asesinados cobardemente por los terroristas desde el año de 1972.

Desde la Guerra por la Dignidad Nacional aprendimos que la vida militar se vivía con honor, se luchaba con honor y se moría con honor. Nunca rehuimos el combate en defensa de la institucionalidad nacional y la salvaguarda de nuestros compatriotas.

Fuimos víctimas de miles de mentiras del comunismo internacional, nos vilipendiaron, nos difamaron, nos apresaron a muchos compañeros por haber cumplido con el deber, y al final del conflicto, unos cuantos políticos brindaron en los festejos privados mientras los veteranos fueron humillados y despedidos como obreros inservibles, sin haber tenido ni siquiera la alegría de un homenaje nacional o el resarcimiento económico que cualquier trabajador recibe cuando concluye sus servicios.

Los representantes del pueblo los desmovilizaron con vergüenza, sin el honor que se merece un héroe de la Patria. Nos empezaron a tratar de asesinos, de genocidas, de torturadores, de violadores de los derechos humanos y nadie reconoció el valor y el heroísmo de nuestras tropas.

Yo doy fe del valor y del heroísmo con el que mis soldados lucharon a mi lado en el Batallón Atlacatl y en la Tercera Brigada de Infantería, así como otros tantos que operaron junto a mis unidades o nos apoyaron en los distintos operaciones o incursiones en las madrigueras enemigas, muchos de ellos, ofrendando su vida hasta el límite del dolor por la libertad y la soberanía nacional.

Junto a ellos combatí, caminé, maniobré, salté, retrocedimos y siempre avanzamos, fuimos heridos, sufrimos el hambre, el fragor del combate, la traición, la incomprensión y el amor de nuestro pueblo cuando lográbamos arrebatar a los terroristas los distintos pueblos en las zonas de combate.

Para nosotros, portar el uniforme del ejército era un privilegio y un orgullo, mancharlo de lodo o de sangre nos era indiferente porque solo pensábamos en cumplir nuestro deber.

En muchas batallas amanecíamos y anochecíamos sin probar alimento y a veces ni siquiera agua, pero nunca abandonamos las posiciones ni renunciábamos a los objetivos estratégicos que nos imponíamos.

No existía ninguna situación que no pudiéramos superar, o misión que no pudiéramos alcanzar, con o sin apoyo aéreo o de artillería, nuestra capacidad de maniobra y de fuego puso siempre en desbandada a los terroristas.

¡¡¡Soldados salvadoreños!!! Ustedes nunca dejarán de ser soldados de la Patria, y por ello siempre tienen entre sus manos y corazones la misión de salvar a la Patria cuando fuerzas extrañas pretendan mancillar la soberanía nacional, nuestras tradiciones, nuestros valores y nuestra historia. Nuestra lucha no ha terminado, hasta el último aliento de vida tienen que luchar por nuestros ideales que son los ideales de la Patria.

Tras ustedes se encuentran las tumbas de nuestros camaradas que ya se han reagrupado a mi alrededor aquí en el cielo, y ese sacrificio no puede quedar en vano. Por su memoria y por esa sangre que bañó toda nuestra Patria, tenemos que levantar nuestra voz para alcanzar los derechos que la sociedad está en deberle a cada uno de ustedes y para recordarle a los políticos que la Patria en libertad que les heredamos no es propiedad de nadie y que ningún intento de manipular el régimen constitucional quedará sin castigo, que aunque los años han pasado todavía poseemos el valor de dar la vida por la Patria.

Soldados, desde la tierra prometida seguiré observando y apoyando sus luchas, que son las luchas de los verdaderos patriotas, de los hombres que aman de verdad a su Patria, no de los mercenarios que son capaces de vender hasta a su madre por intereses externos y contrarios a nuestra democracia.

Adelante soldados, la lucha será larga y ardua, pero al final recibirán la corona de la gloria y el honor.

¡¡¡Por la Patria y con Dios!!!

(Sgto. Guido Miguel Castro)

EL IRRESPETO A LOS VETERANOS DE GUERRA

Bandera-_El_SalvadorEl blog de Domingo Monterrosa no es responsable de la opinión de sus colaboradores y los comentarios de sus visitantes

Recientemente hemos sido testigos de los actos de protestas protagonizados por los veteranos de guerra de El Salvador ante un nuevo episodio de promesas incumplidas por parte del gobierno de turno.

Desde los años setenta, los miembros del Ejército salvadoreño contuvieron la ofensiva del comunismo internacional a través de las organizaciones subversivas que en octubre de 1980 se unificaron en el llamado Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), por mandato de Fidel Castro, quien los condicionó para poder seguir recibiendo su ayuda militar y la cobertura internacional.

Miles de hombres de uniforme fueron muertos, heridos y lisiados de por vida en la defensa de la Soberanía nacional, y ahora se pretende ignorar esa realidad que nos cuestiona a todos los salvadoreños que tenemos una deuda con todos estos héroes anónimos y sus familias.

Los llamados Acuerdos de Paz desgraciadamente contemplaron la desmovilización de todos los cuerpos de seguridad, los Batallones de Reacción Inmediata y las principales unidades especializadas del Ejército en lucha anti subversiva, logrando los guerrilleros en la mesa destruir lo que nunca pudieron hacer en el campo de batalla. Cerca de 30,000 soldados fueron dados de baja.

Sin embargo, nunca se contemplaron verdaderos programas de reinserción, atención y financiamiento para los antiguos miembros del Ejército y sus familias, quienes había dado lo mejor de su vida por la defensa de los grandes intereses nacionales. En cambio los guerrilleros tuvieron a su favor cientos de programas financiados por los países socialistas, y hasta la fecha, siguen viviendo de ellos como es el ejemplo las poblaciones del Bajo Lempa, la Ciudad Segundo Montes que explota la mentira de El Mozote, el llamado “Museo de la Revolución” en Perquín, Morazán, y tantos otros proyectos y ONGs de la ex guerrilla. Los terroristas fueron premiados y los hombres que arriesgaron su vida por el país fueron olvidados de manera ignominiosa.

Veintiún años después de haber terminado ese conflicto armado, los veteranos de guerra que todavía sobreviven, que rondan entre los cuarenta y cincuenta años, todavía están exigiendo que se les responda como se ha hecho con los antiguos terrorista y el gobierno de turno, al igual que los cuatro gobiernos anteriores, solo responden con falsas promesas sin ningún resultado.

Especial atención merecen los ex patrulleros que realizaban un papel de defensa en aquellos lugares donde el Ejército no tenía presencia permanente, los cuales, al igual que la tropa regular y especial, arriesgaron sus vidas y en muchas ocasiones, la ofrendaron en defensa de la Patria. A ellos nadie los mencionó en las negociaciones de Paz, y nunca han recibido ningún tipo de beneficios.

Es impresionante constatar la dignidad con la que se trata a los Veteranos de Guerra en Estados Unidos y la dignidad con la que se trata su memoria. Basta visitar el Cementerio de Arlington para corroborar lo anterior. Todos los veteranos reciben atención médica, una pensión digna, reconocimientos a nivel del Congreso de los Estados Unidos y el respeto de los gobiernos y de la población en general, en cambio en El Salvador se les considera una piedra en el zapato de todas las administraciones.

Y es que el Veterano de Guerra no es un ciudadano con una categoría especial, porque todos somos iguales ante la Ley, pero es de justicia retribuirle algo, por parte del Estado, a quienes lo entregaron todo, lo perdieron todo y lo dejaron todo por defender al País de la agresión terrorista.

El soldado al causar alta renunciaba a la comodidad de su hogar y de su trabajo, renunciaba a sus descansos semanales, renunciaba al sueño reparador de todos los días, renunciaba a comer tres veces al día un plato de comida caliente, aunque solo fueran tortillitas, arroz y frijoles, renunciaban a disfrutar de sus hijos, padres y esposa, renunciaban a una convivencia con la comunidad social y religiosa, exponía a su familia como objetivos cobardes de la guerrilla como ocurrió en varias ocasiones, se arriesgaban a perder diariamente la vida, a quedar lisiados de forma permanente o a quedar con serios traumas psicológicos de por vida debido a la presión a la que se veían sometidos en combate o en las actividades diarias de entrenamiento, vigilancia o especialización.

Y es que la realidad del hombre de armas es triste, no es como la de los héroes de las películas, no son Rambos que no sufren dolor, cansancio ni consumen alimento alguno, no, son seres humanos que se esfuerzan de manera extraordinaria para enfrentar situaciones de carácter extraordinaria para ser capaces de enfrentar la agresión de un enemigo impredecible como es la forma de actuar de un terrorista.

Domingo Monterrosa cuando decidió seguir la carrera de las armas lo hizo renunciando a una carrera profesional, sacrificando su familia (uno de sus hermanos fue secuestrado por la guerrilla y sus hijos tuvieron que salir del país porque se convirtieron en objetivos claros de los terroristas), su tranquilidad personal ya que fue objeto de varios atentados, pero lo hizo por su profundo amor a la Patria y el sentido de cumplimiento del deber.

Él supo transmitir a sus tropas el deseo de entregarse en cuerpo y alma al servicio del País y de la defensa del pueblo y el pago que han recibido es la indiferencia de aquellos que se beneficiaron del sacrificio que ellos realizaron, porque todos los grandes millonarios y los políticos gozan de buena salud económica por el sudor, las lágrimas y la sangre de los veteranos de guerra, del dolor y las lágrimas de las madres que recogieron el cadáver de sus hijos o una caja sellada en la que creyeron recibirlo, la angustia que sufrían madres, esposas e hijos mientras nuestros soldados estaban de servicio, en fin, la prosperidad de unos pocos está cimentada en el dolor de nuestros soldados que ahora solo reciben mentiras, falsas promesas, golpes, gas lacrimógeno y balas de goma de los que ahora creen ser los dueños del país y que ayer lo destruían sin importar el dolor del pueblo.

Si algo caracterizó a mi Coronel Monterrosa fue el buen trato que daba a sus soldados y su preocupación por lograr siempre mejores condiciones de vida en el cuartel y en el teatro de operaciones.

Sin lugar a dudas, en el cielo mi Charly sigue recibiendo como un padre a cada uno de sus soldados, porque desde el más allá se da cuenta del hambre, las enfermedades, la ausencia de oportunidades y la explotación que sufren la mayoría de veteranos de guerra, quienes con suerte logran un trabajo de vigilante privado en el que muchas veces sufren maltratos, humillaciones y no gozan de prestaciones ni de salarios dignos.

Ojalá los políticos y las autoridades militares comprendan el dolor de los veteranos de guerra y sepan dimensionar el valor de su sacrificio que constituyó la base de la construcción de la actual sociedad salvadoreña.

Por la Patria y con Dios

Sgto. Guido Miguel Castro