Editorial de Domingo Monterrosa

TRAICIÓN A LA FUERZA ARMADA

Traicioin a El_Salvador

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Por Guido Miguel Castro

Sorprendentemente, un grupo de personas que pertenecieron a la Institución Armada, presididos por los señores René Roberto López y Néstor Bonilla, han conformado el llamado “Consejo Asesor para la Defensa Nacional” para “asesorar a la fórmula presidencial del FMLN en materia de seguridad nacional”.

El hecho que nueve ex–oficiales o ex–jefes militares aparezcan junto a dos antiguos guerrilleros, clasificados internacionalmente como terroristas, responsables de asesinatos como los del Dr. Carlos Antonio Herrera Rebollo, ministro de educación, el Dr. Antonio Rodríguez Porth, canciller de la República y el Fiscal General de la República, Roberto García Alvarado, de ejecutar más de mil combatientes del FMLN, de miles de niños mutilados por las minas y por supuesto, de cientos de ataques y ejecuciones sumarias a miembros de la Fuerza Armada.

Más de cien mil soldados lucharon a lo largo de la guerra, derramando su sangre, sudor y lágrimas por defender la institucionalidad del país, por no permitir que el país cayera en el totalitarismo que pretendían imponer el eje La Habana-Managua-Moscú, en esos aciagos años de la guerra fría.

Actualmente esos soldados, que defendieron a su Patria y que permitieron que ahora vivamos en libertad, luchan todavía por una indemnización justa a su sacrificio.

Por otro lado, nueve personas, que un día juraron defender la Patria aun a costa de su propia vida, ahora se sienten a asesorar a dos que fueron no solo sus enemigos, sino los enemigos de la Patria, de la libertad y de la democracia, eso es inaudito y traición al sacrificio de todos los hombres de la Fuerza Armada.

Es una traición a la pléyade de los héroes nacionales, presididos por Domingo Monterrosa Barrios, Azmitia y Calito, y que incluye hasta el último soldado desconocido que no tiene ni siquiera una tumba en la que se le pueda rendir homenaje póstumo.

Pero esto no es extraño, los terroristas siempre intentaron infiltrar las filas de la Fuerza Armada, y por lo visto lo lograron, ahora están saliendo del clóset y están mostrando lo que realmente son, por supuesto, con pensión de retiro del IPSFA y el grado militar que alcanzaron.

El FMLN, desde las negociaciones que precedieron a los llamados Acuerdos de Paz, intentaron eliminar a la Fuerza Armada, pero solo lograron eliminar a los Cuerpos de Seguridad (con cuya presencia no hubiéramos llegado a estos niveles de delincuencia con las maras) y los Batallones de Reacción Inmediata; también presionaron para formar una comisión de depuración de la Fuerza Armada y la espuria “Comisión de la Verdad” que cargó los dados contra la Fuerza Armada.

Y así como no han renunciado a la formación de un estado socialista, como lo expresan los estatutos de su partido político, inscrito por decreto ejecutivo y no por la vía legal, tampoco han renunciado a destruir a la Fuerza Armada, ya sea haciéndola desaparecer o convirtiéndola en un ejército miliciano, al servicio del llamado Socialismo del Siglo XXI, como en Venezuela.

En otras palabras, estos señores, traidores a sus antiguos compañeros de armas, ahora se pretenden erigir como los verdugos que darán el tiro de gracia a la Fuerza Armada.

La formación del militar debe girar en torno al honor y a la lealtad, vivir con honor y actuar con lealtad a sus compañeros, sostener y defender un juramento hecho ante el Pabellón Nacional y guardar lealtad a otros que sacrificaron hasta la vida para que sus compañeros sigan viviendo y lo hagan en libertad.

Indudablemente, la historia juzgará a los traidores como lo ha hecho con Judas por los siglos de los siglos.

EL CINISMO DE LOS ENEMIGOS DE DOMINGO MONTERROSA

Portada de La Prensa Grafica 1984

Portada de La Prensa Grafica 1984

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Cuando estudiamos el desarrollo del proceso del conflicto armado salvadoreño, nos encontramos con dos formas distintas de enfrentar esa lucha. Por un lado, los terroristas se guiaban por la llamada “moral troskista”, la cual afirma que “por la revolución, no importa lo que se haga, incluido el terrorismo, el asesinato y el secuestro”, por otro lado, el ejército a través de jefes y oficiales como Domingo Monterrosa, contrarrestaban la “moral revolucionaria” y la práctica del terrorismo con métodos institucionales y con técnicas militares, mediante acciones contrainsurgentes profesionales que protagonizaron muchas veces actos heroicos por parte de los elementos de la Fuerza Armada.

¡Cuántas personas honradas e inocentes fueron asesinadas, secuestradas o mutiladas por los terroristas del FMLN! Militares, estudiantes, empresarios, hijos e hijas de oficiales, embajadores, alcaldes, niños, funcionarios de gobierno, un ministro de educación desarmado, sin guardaespaldas, el Dr. Carlos Herrera Rebollo el 23 de mayo de 1979; en fin, miles de víctimas “por la revolución”.

En cambio, Domingo Monterrosa Barrios y multitud de militares, se formaron profesionalmente en el uso de las armas, se han sujetado a la rígida disciplina militar y de los ascensos, aprendieron el ejercicio del mando militar, experimentaron el cansancio, el sufrimiento y el dolor junto a sus tropas y no desde bases de mando en el extranjero como Cuba, México y Nicaragua.

Los terroristas atentaban contra el orden constitucional, los oficiales patriotas resguardaron la soberanía nacional. Los terroristas asesinaron, la Fuerza Armada cumplió con su deber al repeler la agresión comunista.

Los terroristas no tuvieron nunca reparo en hacer uso de la mentira para alcanzar sus metas. Un caso emblemático es el de la muerte de mi Coronel Domingo Monterrosa, la cual fue sacrílegamente manipulada por el terrorista Joaquín Villalobos al atribuirse una supuesta operación para engañar al máximo estratega militar de la historia del Ejército Salvadoreño. Solo un idiota puede creerse ese cuento que iban a engañar a mi Coronel Monterrosa con una trampa caza bobos. Evidentemente, quienes asesinaron a mi Coronel se pusieron de acuerdo con los terroristas del ERP para montar el circo con el que han pretendido engañar a todo el mundo sobre la causa de su muerte. En otras palabras, esos terroristas y todas sus plumas mercenarias son cómplices del más vil de los asesinatos del conflicto armado salvadoreño.

De tanto repetir una mentira se va volviendo verdad, y eso han hecho los terroristas durante más de treinta años, junto a sus cómplices como los jesuitas de la UCA y los comunistas de la Universidad Nacional y de tantas ong’s dedicadas a la destrucción moral de nuestra sociedad.

Domingo Monterrosa siempre respetó los cánones militares, las reglas de la guerra regular y de la guerra contra insurgente, combatió, rescató de la opresión a la población civil y a niños usados como escudos humanos o carne de cañón por los guerrilleros, en fin, amó su carrera y la ejerció con honor e hidalguía.

Al no poder ser vencido en el terreno militar, en el teatro de operaciones, sus enemigos han pretendido destruir su figura y no se dan cuenta que lo que han logrado es volverla cada vez más imponente y su estatura moral está alcanzando alturas nunca vistas para un héroe militar.

Los comandante terroristas ahora son parte de los nuevos millonarios, mientras que Domingo Monterrosa murió pobre, sin casa, sin vehículo, viviendo de su salario como oficial de la Fuerza Armada, la diferencia es evidente.

Domingo Monterrosa hizo la guerra con recursos públicos, dinero ganado con el sudor de la ciudadanía honrada, en cambio, los terroristas, lo hicieron con fondos provenientes de los secuestros, con dinero manchado de dolor y sangre.

Como podemos ver, Monterrosa vivió iluminado por la verdad, los terroristas en la penumbra de la falsedad, y consecuentemente, Domingo Monterrosa vive para siempre en la tierra de la luz eterna, en cambio, los terroristas están condenados a vivir eternamente en el mundo de las tinieblas con el Padre de la mentira.

Aquellos que admiramos la vida del Héroe de Joateca debemos defender su memoria con el mismo valor que él defendió la institucionalidad del País, e imitarla, para que su sacrificio sea semilla de nuevas generaciones de patriotas que escribirán páginas heroicas en la historia de la República salvadoreña.

Por la Patria y con Dios

Sgto. Guido Miguel Castro

EL ANTIMILITARISMO

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La condena a 80 años de prisión contra el General Efraín Ríos Montt, ex presidente guatemalteco, pronunciada por el Tribunal Primero A de Mayor Riesgo de la ciudad de Guatemala, presidido por la jueza Iris Jazmín Barrios, por los supuestos delitos de Genocidio y Deberes contra la Humanidad, constituye la última expresión del antimilitarismo que los grupos de izquierda han propalado por toda América Latina luego de las fracasadas revoluciones que de los años cincuenta a los ochenta, que a excepción de la cubana, llevaron dolor y luto a los pueblos sin haber conquistado sus supuestas banderas de lucha.

El ejercicio del poder por la fuerza militar ha sido experimentado por todos los pueblos y culturas a lo largo de la historia. Las grandes naciones europeas, hace menos de 100 años, estuvieron bajo verdaderos regímenes de terror fascista y ni en Alemania, ni en Italia, ni en España se andan persiguiendo a los antiguos gobernantes o jefes militares. En su momento, lo hicieron las fuerzas vencedoras, pero no sus propios pueblos y mucho menos, se han organizado campañas millonarias como las financiadas por los jesuitas y grupos socialistas y comunistas en América Latina, como una especie de revancha ante la imposibilidad histórica de vencer a las Fuerzas Armadas Latinoamericanas.

Videla, recientemente fallecido en prisión, Pinochet, Ríos Montt, García y Vides Casanova, son ejemplos claros de gobernantes y jefes militares, que en cumplimiento del mandato constitucional, enfrentaron agresiones subversivas y ahora resulta que son violadores de los derechos humanos, genocidas y asesinos.

Todas las guerras civiles en nuestros países fueron iniciadas por grupos terroristas que actualmente, en la mayoría de casos, se han transformado en partidos políticos y sus dirigentes en nuevos millonarios a través de la iniciativa ALBA.

Hasta la fecha, nunca se ha conocido de algún juicio promovido contra algún comandante guerrillero a pesar de las muchas masacres y asesinatos cometidos por las fuerzas insurgentes en diversos conflictos.

Las guerras son complejas. En muchos casos, los supuestos abusos son cometidos por elementos de los Ejércitos sin ningún conocimiento de los Altos Mandos, resulta imposible que los Comandantes Militares tengan control hasta del último elemento de tropa y sobre los efectos psicológicos que la misma presión de los combates produce en los individuos.

Existen momentos en los combates en los que se toman decisiones en pocos segundos: una ráfaga, un tiro de mortero, el lanzamiento de un cohete low, un grado de equivocación en un tiro de artillería, un ataque de fusilería, y en esos pocos segundos o circunstancias. Es imposible evaluar los daños colaterales del combate, sobre todo cuando el enemigo tiene escudos humanos o se moviliza junto a fuertes contingentes de elementos de masas.

La izquierda siempre ha buscado crear mártires y víctimas que justifiquen sus agresiones armadas. Sus dirigentes se ha valido de esas supuestas violaciones a los derechos humanos para montar estructuras que apoyan a las supuestas víctimas y recolectan millones de dólares con los que pagan abogados y campañas publicitarias para reivindicar a los verdaderos agresores de las sociedades. Muchos hacen de esto un modus vivendi.

Es innegable que actualmente los ejércitos latinoamericanos se han modernizado y profesionalizado, pero los seguidores de Marx y la Teología de la Liberación nunca les perdonarán el hecho que les impidieron la toma del poder por la vía violenta.

En El Salvador, ese antimilitarismo últimamente se ha manifestado en la declaratoria de inconstitucionalidad de los nombramientos de dos generales que ocupaban las plazas de Ministro de Seguridad Pública y la Dirección de la Policía Nacional Civil, con la insinuación que se declarará próximamente la inconstitucionalidad del uso de la Fuerza Armada en labores de apoyo a la seguridad pública en momentos en que la sociedad se debate en una incontenible ola de delincuencia y violencia social.

Lo grave de esa declaratoria, es que los magistrados firmantes afirman que la formación militar les inhibe de ejercer dichos cargos, como si la formación militar creara asesinos o déspotas incapaces de ejercer cargos en la rama de la seguridad pública. ¿Y cómo es que nunca se pronunciaron en ese sentido cuando un terrorista que participó en la destrucción del Puente de Oro ocupó el cargo de Director de la PNC? Ahí tenemos una prueba de su doble moral.

Esperamos que el tiempo vaya opacando estas campañas de antimilitarismo y que los pueblos le vayan devolviendo el sitial de honor que merecen sus Fuerzas Armadas en la historia y en la sociedad.

Por la Patria y con Dios

 

Sgto. Guido Miguel Castro

LA MADRE DEL SOLDADO

tercera_brigadaEl blog de Domingo Monterrosa no es responsable de la opinión de sus colaboradores y los comentarios de sus visitantes.

El soldado salvadoreño, como todos los seres humanos, posee una madre. Son mujeres sencillas, humildes, trabajadoras y generosas al entregar a sus hijos al servicio más noble que se le puede dar a la Patria.

Son mujeres que sufren desde que sus hijos son reclutados o se presentan voluntariamente a prestar su servicio militar, sin embargo, en el fondo de su corazón, se sienten orgullosas de que su hijo se hace hombre en el rigor de la vida militar.

Cada día de visita familiar, prepara, dentro de su pobreza y humildad, algunos platos y golosinas para que su hijo deleite el paladar y cambie un poco el menú del rancho militar. Aunque sean frijolitos, si están hechos con el amor de la madre, siempre saben diferente. La sazón de la casa en inimitable.

Le llevan las noticias del pueblo o de la colonia, los adelantos escolares de sus hermanos, una carta de la novia, una media libra de su queso preferido, algunos dulces y un par de dólares para que pueda comprar los cigarros.

El sacrificio y el dolor de estas madres son los elementos fundamentales en los que se asientan las bases del Ejército, porque la gran mayoría de nuestros héroes soportan el sufrimiento de la instrucción militar por amor a su Patria y por amor a sus madres, porque quieren que ellas se sientan orgullosos de ellos y que nadie las avergüence por ser madres de un desertor o de un cobarde, quieren que sean madres de un héroe, de un hombre.

¡¡¡¡Cuántas madres de soldados caídos en combate, guardan en algún lugar especial, la medalla que algún Jefe militar le entregó en memoria de su hijo, por la ofrenda de su vida en favor de los intereses patrios!!!

La sacan de vez en cuando y lloran en silencio, donde nadie las ve, porque es su dolor, un dolor de Patria, un dolor con honor, y a más de alguna se le escapa en medio de los sollozos, un “murió por la Patria”, “murió como un

hombre”, y envolviendo la presea la vuelve a guardar y seca sus lágrimas con el delantal y vuelve a sus quehaceres diarios.

Mi Coronel Monterrosa entregó muchos reclutas a sus madres por dos razones: porque era el único sostén de su madre o porque ya otros de sus hijos estaban prestando el servicio militar o habían muerto por la Patria. Sin embargo, muchas veces los mismos reclutas hablaban con su madre y les pedían quedarse, la madre era despedida por su hijo y por mi Coronel que se daba cuenta que quedaba a cargo de un héroe que quizás entregaría en un ataúd a su madre. La madre se retiraba con lágrimas en los ojos pero con el corazón lleno de orgullo. Mi Coronel más de alguna vez tuvo que secar, sin delatarse, alguna lágrima de sus ojos al presenciar tanta hidalguía y nobleza.

Cuando imponía una medalla al honor en memoria de sus soldados caídos en combate, saludaba a sus madres con un gran abrazo y beso en su mejilla, porque en el fondo sabía que él se había convertido en padre de sus soldados caídos en combate aunque no los hubiera engendrado biológicamente, pero sí militarmente porque les había sabido transmitir su coraje.

Muchos paracaidistas ofrecían su primer salto en honor a su madre, era el culmen de uno de los cursos más duros en la formación militar, no todos se gradúan, muchos desertan en las primeras de cambio. Un día antes firmábamos el seguro de vida y más de algún parachute no abría el paracaídas en algún salto libre para que su mamá saliera de la miseria.

Una vez un paracaidista se desertó, una comisión lo fue a buscar a la casa y su madre se ofreció a lavar los baños de la compañía hasta que su hijo se entregara y enfrentara como hombre su error. A los dos días llegó el recluta y por el sacrificio de su madre solo le dieron 30 días de arresto y una que otra garroteadita para que aprendiera a ser hombre, y llegó a ser un gran combatiente, todo por el valor y el carácter de su madre.

Muchas madres siguen orgullosas del servicio o del sacrificio de sus hijos. Es común encontrar en los hogares humildes del campo o de los pueblos, un rincón especial dedicado a las fotos o diplomas de los cursos de su hijo, los cuales son mostrados con orgullo.

Otras cuentan cómo sus hijos, después del servicio militar o de la desmovilización que hicieron los políticos, emigraron a los Estados Unidos en busca de la oportunidad que la Patria que defendieron les negaba, pero afirman que la dureza del camino la pudieron soportar gracias a su vida en el Ejército, en el que aprendieron a utilizar todas sus potencialidades para tomar las posiciones que sus superiores les ordenaban y a cumplir las misiones que se le encomendaban.

El pueblo salvadoreño tiene una deuda pendiente con las madres de los soldados salvadoreños, quienes combatieron junto a sus hijos a través de sus oraciones, su soledad, su sufrimiento, sus lágrimas y su dolor.

Vaya nuestro homenaje a todas ellas y la esperanza que Dios sabrá premiar con la felicidad eterna su ofrenda de amor a favor de la construcción de la Patria.

Por la Patria y con Dios

 

Sgto. Guido Miguel Castro

EL IRRESPETO AL SOLDADO SALVADOREÑO

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Con gran sorpresa, los salvadoreños nos enteramos esta mañana que las autoridades del Gobierno habían adelantado la celebración del Día del Soldado Salvadoreño sin aviso previo.

Una vez más el presidente de la República ha irrespetado la memoria de miles de soldados salvadoreños, de la misma manera que lo hizo el año pasado con sus infortunadas declaraciones en el caserío El Mozote el 16 de enero de 2012, cuando insultó la memoria de nuestros héroes de la Fuerza Armada.

No es un simple cambio de fecha por comodidad o agenda del presidente, es un irrespeto continuo a las tradiciones cívicas salvadoreñas. El año pasado se pasó por alto el Primer Centenario de la adopción de nuestras Bandera y Escudo Nacional el 15 de Septiembre de 1912 y el presente año se pasó por alto el centenario del asesinato del Presidente Manuel Enrique Araujo, fundador de la Benemérita Guardia Nacional.

Pareciera que se desea romper con todas las tradiciones del civismo y patriotismo salvadoreño. Es notorio cómo muchos funcionarios públicos ni siquiera rinden honores a la Bandera Nacional ni escuchan con respeto el Himno Nacional.

Se pretenden destruir las instituciones familiares y la moral brilla por su ausencia en los Centros Escolares oficiales.

Muchos militares, que portaron en su momento el uniforme y empuñaron las armas en nombre de la Patria, hoy guardan un silencio cómplice, quizás con el objetivo de no complicarse la vida y disfrutar un apacible y cómodo retiro.

¿Donde están los comandos que un día defendieron la institucionalidad nacional? ¿Dónde están los cien mil soldados que un día extendimos nuestra mano derecha mientras sosteníamos el fusil con la mano izquierda y jurábamos defender la Patria aun a costa de nuestra propia vida?

Solo el silencio responde, ante la mirada incrédula de todos los héroes que desde el más allá nos observan y nos reclaman el cumplimiento de nuestro juramento.

Ojalá y pronto las cosas cambien y nuestro pueblo despierte de la somnolencia en la que nos mantienen los que manipulan y destruyen las instituciones y tradiciones republicanas que nos han sostenido por 192 años de vida independiente.

Elevemos nuestra voz y nuestra voluntad en el rescate de nuestra Patria, hagámoslo por la memoria, la sangre, las lágrimas y el sudor de nuestros héroes, por las madres que ofrecieron sus hijos al altar de la Patria, por las esposas que día a día elevaban sus oraciones al Todopoderoso y sufrían cada vez que llegaba un telegrama a su casa, por todos los que esperaban con fe en su Fuerza Armada la liberación de la agresión terrorista.

¡Honor a todos los soldados que ofrendaron su vida por la Patria!

Por la Patria y con Dios

 

Sgto. Guido Miguel Castro

DOMINGO MONTERROSA ERA ANTE TODO UN SOLDADO

Foto El Diario de Hoy

Foto El Diario de Hoy

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El Coronel Domingo Monterrosa era el mejor Jefe Militar de la guerra de agresión comunista en El Salvador, era el estratega que mejor entendió la táctica guerrilla y el que mejor desarrolló las técnicas de guerra anti guerrillas, pero él ante todo se consideraba un soldado.

En la vida militar, los oficiales que egresan de la Escuela Militar, por lo regular, se consideran superiores a los elementos de tropa, por su formación, por su grado académico, por su preparación, por su status económico, por su grado militar y por una serie de conceptos equivocados y sentimientos de prepotencia.

En cambio Domingo Monterrosa conservó un secreto que traía de su vida civil: la humildad, y esa virtud es la que precisamente lo hicieron grande, porque nunca olvidó su origen humilde y consideraba a los soldados como hermanos que habían salido de la misma cuna, y más que hermanos, él se consideraba su padre debido al nivel de mando, a la ascendencia y autoridad moral y de grado que tenía por su calidad de jefe militar.

Nunca maltrató un soldado porque sabía lo dura que era la vida militar y porque los consideraba personas, con dignidad intrínseca, y que aunque era su superior, les respetaba para que el soldado le respetara, por lo que era y no por miedo al castigo.

Monterrosa sabía que en el teatro de operaciones todos eran iguales, todos eran víctimas del cansancio, del hambre, del dolor, sabía que las balas no respetaban rangos y que el trabajo en equipo era el que iba a sacar a sus unidades hasta del peor de los infiernos de la guerra.

Mi Coronel comprendió que en las misiones todos debían cuidarse las espaldas, y que un buen trato a sus soldados implicaría no solo lealtad sino también protección. Más de algún oficial murió con un balazo en la espalda por maltratar a su tropa. En cambio al Coronel Monterrosa todos sus soldados le cuidaban la espalda y estaban dispuestos a morir por él.

Cuando se conoció de su muerte, lloraron como niños hasta los soldados más valientes, todos sintieron que habían quedado huérfanos, todos habían perdido al amigo, al padre, al hermano.

Monterrosa nunca dejó de ser soldado desde su juramentación el 7 de mayo de 1963, ¡¡¡¡¡hace 50 AÑOS!!!!, ese fue el día más importante de su vida, hasta que hizo realidad el juramento que hizo aquella mañana al ofrendar su vida en el Altar de la Patria.

Monterrosa tenía que morir como soldado, en el cumplimiento del deber, ese era su destino, la muerte gloriosa de los héroes, a la que solo unos pocos merecen llegar.

Monterrosa no podía morir en la paz de un cuarto de hospital o en su habitación, eso no iba con su naturaleza, personalidad, misión y destino, tenía que morir en acción de combate.

La historia todavía tiene una inmensa deuda con él, sin embargo el amanecer de su gloria está ya cercano, pronto el pueblo le otorgará su merecido homenaje y las generaciones presentes y futuras sabrán reconocer sus méritos y su servicio a la Patria.

Quienes lo conocieron y quienes combatieron con él, dan testimonio de su sencillez, de su trato alegre y afable con su tropa, se involucraba con ellos como uno más. Sus danzas guerreras buscaban interactuar con la tropa y llenarlos del orgullo de ser un soldado salvadoreño, que es para lo que él nació y por lo que él murió.

Por todo ello, Domingo Monterrosa es el soldado más representativo del Ejército salvadoreño, el modelo a seguir, la encarnación del verdadero héroe nacional, la imagen del soldado desconocido que no tiene ni siquiera una tumba donde ser recordado. En Monterrosa se reúnen todas las virtudes del militar honorable y virtuoso, eficaz y eficiente, preparado para el cumplimiento del deber.

Vaya, a través del Coronel Domingo Monterrosa, nuestro homenaje a todos los soldados que ofrendaron su vida por la Patria y a todos aquellos que sobrevivimos y que seguimos leales a nuestro juramento siempre dispuestos a defender a nuestro pueblo aun a costa de nuestra propia vida.

Por la Patria y con Dios

 

Sgto. Guido Miguel Castro

EL DÍA DEL SOLDADO

domingo monterrosaEl blog de Domingo Monterrosa no es responsable de la opinión de sus colaboradores y los comentarios de sus visitantes.

Por Guido Miguel Castro

El 7 de mayo de 1824, la Legión de la Libertad, comandada por el General Manuel José Arce, se organizaba como el embrión de lo que ahora conocemos como la Fuerza Armada de El Salvador.

Esta fecha se instituyó como la fiesta del Soldado Salvadoreño, para rememorar el papel que estos héroes anónimos han jugado en la construcción de la República, desde el recluta recién juramentado hasta el General de División. Todos, sin distinción, han jurado defender a la Patria, aun a costa de sus propias vidas, y muchos lo han hecho, muchos de forma heroica como el Teniente Coronel Domingo Monterrosa, quien además vivió su carrera militar con honor e hidalguía.

El honor de portar el uniforme del soldado nacional no lo pueden experimentar todos los ciudadanos, pero quienes lo hacen deben considerarse privilegiados porque son la continuidad de ese ideal original del General Arce, quien llegó a afirmar “El Ejército vivirá mientras viva la República”, en el ánimo de considerar a la institución armada como la garante de la institucionalidad democrática de El Salvador, como el ojo avizor de un pueblo que poco puede hacer en un momento dado contra el poder político, que muchas veces abusa y privilegia a unos pocos.

El soldado salvadoreño ha escrito páginas heroicas en la historia de la República, su sangre ha regado la tierra salvadoreña en defensa de los intereses nacionales, tanto de enemigos extranjeros como de agresiones internas, el soldado salvadoreño ha ocupado siempre la primera línea de fuego, en la retaguardia, escondidos y aprovechados, están los políticos que al final disfrutan de los beneficios que el soldado ha logrado con el sacrificio de su vida y de su integridad física.

Nadie puede negar que el actual proceso democrático lo inició la Fuerza Armada, tan criticada y tan vilipendiada por aquellos que ahora gozan de los dineros públicos y del poder político, sin embargo, el soldado regresó a sus guarniciones militares o pasó a la vida civil de forma incógnita, sin beneficios, a comenzar de nuevo, su sacrificio benefició a otros menos a él. De esa manera, veinte años después, observamos a los veteranos de guerra luchando por beneficios mínimos que ahora los políticos dicen no saber de adonde tomar, y los califican de revoltosos, pero cuando las balas silbaban, todos se escudaban tras las unidades de combate de la Fuerza Armada.

El soldado salvadoreño es por regla general, con honorables excepciones, de origen humilde, eran de manos encallecidas y pieles curtidas por el sol las madres que reclamaban los cuerpos de sus hijos caídos en combate, eran familias sencillas las que acompañan a nuestros soldados en los cuarteles los días de visita, muchas veces analfabetas o de baja formación académica, su paso por la Fuerza Armada implica no solo la formación en las artes de la guerra, sino también cierto de nivel de alfabetización o el aprendizaje de una oficio que les permita ganarse la vida honradamente al volver a la vida civil.

Pero lo esencial del soldado salvadoreño es su disposición a defender los intereses patrios, aún con la ofrenda de la propia vida, sin esperar a cambio ni siquiera el reconocimiento de su sacrificio. Su interés es servir a la Patria, un concepto que para muchos no significa nada, pero para el soldado salvadoreño lo es todo.

Vaya nuestro recuerdo y nuestro homenaje a todos los soldados que a lo largo de 190 años han ofrendado su vida, su sangre, su sudor, sus lágrimas y su valor para permitirnos a los salvadoreños de todos los tiempos vivir en libertad.

MENSAJE DEL CORONEL MONTERROSA BARRIOS A LOS VETERANOS DE GUERRA DE LA FUERZA ARMADA

Domingo Monterrosa y el pueblo Salvadoreno

Domingo Monterrosa y el pueblo Salvadoreno

Soldados veteranos, tras ustedes se encuentran las tumbas de nuestros camaradas que ya se han reagrupado a mi alrededor aquí en el cielo, y ese sacrificio no puede quedar en vano.

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Queridos Veteranos de Guerra:

En esta primera celebración del Día del Veterano de la Fuerza Armada, deseo enviarles mis saludos desde la eternidad, en la que nunca he dejado de ser soldado del glorioso Ejército Salvadoreño.

Haber logrado el reconocimiento legislativo de este día, que recuerda el esfuerzo, el sudor, las lágrimas, la sangre y el dolor que todos nosotros ofrecimos en el altar de la Patria en favor de nuestro pueblo y de la liberación de la opresión de la amenaza comunista que se cernía sobre nuestra Patria, es un primer paso en la lucha por la dignificación de todos nuestros compañeros de armas.

Nadie como los soldados de la Fuerza Armada ha dado una cuota de sacrificio en la construcción de la República. Durante la guerra, la esperanza de nuestro pueblo se mantenía en alto porque sabían que los soldados de la Fuerza Armada eran capaces de entregar hasta la propia vida por asegurar la libertad y el progreso de los verdaderos salvadoreños.

Solo nosotros sabemos lo que es el fragor del combate, lo que significa el miedo que es superado por el coraje y la preparación técnica con el que instruíamos a todas nuestras unidades.

Ni el hambre, ni el sueño, ni el cansancio, ni la soledad, ni la muerte, ni el dolor fueron capaces de hacernos retroceder en el cumplimiento de la misión que nos fue conferida el día de nuestro juramento ante la Bandera nacional.

Nuestros hombres pusieron la mayor cuota de sangre y dolor entre los 75,000 muertos del pasado conflicto, sin contar todos los miembros de la institución armada que fueron asesinados cobardemente por los terroristas desde el año de 1972.

Desde la Guerra por la Dignidad Nacional aprendimos que la vida militar se vivía con honor, se luchaba con honor y se moría con honor. Nunca rehuimos el combate en defensa de la institucionalidad nacional y la salvaguarda de nuestros compatriotas.

Fuimos víctimas de miles de mentiras del comunismo internacional, nos vilipendiaron, nos difamaron, nos apresaron a muchos compañeros por haber cumplido con el deber, y al final del conflicto, unos cuantos políticos brindaron en los festejos privados mientras los veteranos fueron humillados y despedidos como obreros inservibles, sin haber tenido ni siquiera la alegría de un homenaje nacional o el resarcimiento económico que cualquier trabajador recibe cuando concluye sus servicios.

Los representantes del pueblo los desmovilizaron con vergüenza, sin el honor que se merece un héroe de la Patria. Nos empezaron a tratar de asesinos, de genocidas, de torturadores, de violadores de los derechos humanos y nadie reconoció el valor y el heroísmo de nuestras tropas.

Yo doy fe del valor y del heroísmo con el que mis soldados lucharon a mi lado en el Batallón Atlacatl y en la Tercera Brigada de Infantería, así como otros tantos que operaron junto a mis unidades o nos apoyaron en los distintos operaciones o incursiones en las madrigueras enemigas, muchos de ellos, ofrendando su vida hasta el límite del dolor por la libertad y la soberanía nacional.

Junto a ellos combatí, caminé, maniobré, salté, retrocedimos y siempre avanzamos, fuimos heridos, sufrimos el hambre, el fragor del combate, la traición, la incomprensión y el amor de nuestro pueblo cuando lográbamos arrebatar a los terroristas los distintos pueblos en las zonas de combate.

Para nosotros, portar el uniforme del ejército era un privilegio y un orgullo, mancharlo de lodo o de sangre nos era indiferente porque solo pensábamos en cumplir nuestro deber.

En muchas batallas amanecíamos y anochecíamos sin probar alimento y a veces ni siquiera agua, pero nunca abandonamos las posiciones ni renunciábamos a los objetivos estratégicos que nos imponíamos.

No existía ninguna situación que no pudiéramos superar, o misión que no pudiéramos alcanzar, con o sin apoyo aéreo o de artillería, nuestra capacidad de maniobra y de fuego puso siempre en desbandada a los terroristas.

¡¡¡Soldados salvadoreños!!! Ustedes nunca dejarán de ser soldados de la Patria, y por ello siempre tienen entre sus manos y corazones la misión de salvar a la Patria cuando fuerzas extrañas pretendan mancillar la soberanía nacional, nuestras tradiciones, nuestros valores y nuestra historia. Nuestra lucha no ha terminado, hasta el último aliento de vida tienen que luchar por nuestros ideales que son los ideales de la Patria.

Tras ustedes se encuentran las tumbas de nuestros camaradas que ya se han reagrupado a mi alrededor aquí en el cielo, y ese sacrificio no puede quedar en vano. Por su memoria y por esa sangre que bañó toda nuestra Patria, tenemos que levantar nuestra voz para alcanzar los derechos que la sociedad está en deberle a cada uno de ustedes y para recordarle a los políticos que la Patria en libertad que les heredamos no es propiedad de nadie y que ningún intento de manipular el régimen constitucional quedará sin castigo, que aunque los años han pasado todavía poseemos el valor de dar la vida por la Patria.

Soldados, desde la tierra prometida seguiré observando y apoyando sus luchas, que son las luchas de los verdaderos patriotas, de los hombres que aman de verdad a su Patria, no de los mercenarios que son capaces de vender hasta a su madre por intereses externos y contrarios a nuestra democracia.

Adelante soldados, la lucha será larga y ardua, pero al final recibirán la corona de la gloria y el honor.

¡¡¡Por la Patria y con Dios!!!

(Sgto. Guido Miguel Castro)

LOS MIEMBROS DE LA FUERZA ARMADA DEBEN DEFENDER A SUS HÉROES

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Solo quienes han sido o son miembros de la Fuerza Armada, y sobre todo aquellos que sintieron el fragor del combate, que vieron morir a sus camaradas, que fueron heridos junto a sus compañeros, que pasaron hambre, fiebres, diarreas, calambres, hongos, calor, frío, lluvia y la angustia de la muerte al pasar silbando las balas sobre sus cabezas, pueden valorar el sacrificio de nuestros héroes, a quienes los guerrilleros de escritorio ahora pretenden calificar de asesinos cuando fueron ellos los que derramaron la primera sangre, fueron ellos los que atacaron a la Fuerza Armada, fueron ellos los que secuestraron empresarios, mataron humildes guardias nacionales por robarles el fusil, pusieron bombas para destruir la infraestructura económica del País y sembrar el terror entre la población civil.

Nada se puede esperar de los antiguos terroristas, de los curas que sembraron el odio de clases ni de los aprendices de gobernantes que ahora han terminado de destruir la economía nacional.

Pero de los hombres de uniforme, de los veteranos de guerra y de los verdaderos salvadoreños, lo que podemos esperar es solidaridad y veneración permanente por todos los héroes de la Fuerza Armada, por su nombre, por su memoria, por su ejemplo a seguir, y por la libertad que nos heredaron.

Y cuando me refiero a héroes de la Fuerza Armada, lo hago recordando desde el soldadito a quien un morterazo lo desintegró en el campo de batalla o fue desaparecido por los terroristas y su cuerpo nunca se recuperó, hasta mi Coronel Domingo Monterrosa Barrios, el mejor símbolo del soldado nacional, el ideal a seguir por los hombres de uniforme, pasando por miles de soldados, clases, oficiales y jefes que desde 1824 han regado los campos de batalla con su sangre, ofreciendo su última bocanada de aire para recordar su juramento a la patria. ¡¡¡¡¡¡Vencer o Morir!!!!!

Todavía no conocemos el informe que Mauricio Funes, antiguo empleado de Canal 10 que todos los domingos relataba los avances castrenses de la guerra, ordenó a una Comisión, para pretender borrar por decreto la historia gloriosa de la Fuerza Armada, pero sea cual sea el mismo, NADIE puede negar a nuestros héroes la gloria que ya se ganaron y que ha sido premiada con los laureles del honor en el Reino de los Cielos y en la memoria nacional, y en caso de ser atacados, TODOS debemos hacer un frente común reivindicar su memoria. Ahora es cuando conoceremos a los verdaderos hijos de la Patria y a los mercenarios para quienes nunca ha significado nada.

Muchos hablan de nuestro País como si se avergonzaran de él, muchos se creen más cubanos, venezolanos o gringos que salvadoreños. Muchos prefieren vestir símbolos extranjeros que expresar el amor por la Patria, y ese amor por la Patria implica el amor a su historia, a sus tradiciones, a su raza, a su religión, a sus héroes, a sus símbolos.

Cuántas veces izábamos con orgullo y emoción, hasta las lágrimas. la bandera nacional en las posiciones que recuperábamos de los terroristas en la campiña salvadoreña; cuántas veces vimos el ataúd de nuestros camaradas envueltos en el Pabellón Nacional; cuantas veces destruimos el trapo rojo del comunismo que pretendía sustituir a la Bandera que veneramos desde el 15 de septiembre de 1912, aniversario centenario que este gobierno títere ignoró completamente el año pasado.

Hombres de uniforme, defendamos la memoria de nuestros héroes y recordemos que es preferible morir en la lucha que arrodillados ante el mercenario extranjero!!!!!

Por la Patria y con Dios

Sgto. Guido Miguel Castro

EL IRRESPETO A LOS VETERANOS DE GUERRA

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Recientemente hemos sido testigos de los actos de protestas protagonizados por los veteranos de guerra de El Salvador ante un nuevo episodio de promesas incumplidas por parte del gobierno de turno.

Desde los años setenta, los miembros del Ejército salvadoreño contuvieron la ofensiva del comunismo internacional a través de las organizaciones subversivas que en octubre de 1980 se unificaron en el llamado Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), por mandato de Fidel Castro, quien los condicionó para poder seguir recibiendo su ayuda militar y la cobertura internacional.

Miles de hombres de uniforme fueron muertos, heridos y lisiados de por vida en la defensa de la Soberanía nacional, y ahora se pretende ignorar esa realidad que nos cuestiona a todos los salvadoreños que tenemos una deuda con todos estos héroes anónimos y sus familias.

Los llamados Acuerdos de Paz desgraciadamente contemplaron la desmovilización de todos los cuerpos de seguridad, los Batallones de Reacción Inmediata y las principales unidades especializadas del Ejército en lucha anti subversiva, logrando los guerrilleros en la mesa destruir lo que nunca pudieron hacer en el campo de batalla. Cerca de 30,000 soldados fueron dados de baja.

Sin embargo, nunca se contemplaron verdaderos programas de reinserción, atención y financiamiento para los antiguos miembros del Ejército y sus familias, quienes había dado lo mejor de su vida por la defensa de los grandes intereses nacionales. En cambio los guerrilleros tuvieron a su favor cientos de programas financiados por los países socialistas, y hasta la fecha, siguen viviendo de ellos como es el ejemplo las poblaciones del Bajo Lempa, la Ciudad Segundo Montes que explota la mentira de El Mozote, el llamado “Museo de la Revolución” en Perquín, Morazán, y tantos otros proyectos y ONGs de la ex guerrilla. Los terroristas fueron premiados y los hombres que arriesgaron su vida por el país fueron olvidados de manera ignominiosa.

Veintiún años después de haber terminado ese conflicto armado, los veteranos de guerra que todavía sobreviven, que rondan entre los cuarenta y cincuenta años, todavía están exigiendo que se les responda como se ha hecho con los antiguos terrorista y el gobierno de turno, al igual que los cuatro gobiernos anteriores, solo responden con falsas promesas sin ningún resultado.

Especial atención merecen los ex patrulleros que realizaban un papel de defensa en aquellos lugares donde el Ejército no tenía presencia permanente, los cuales, al igual que la tropa regular y especial, arriesgaron sus vidas y en muchas ocasiones, la ofrendaron en defensa de la Patria. A ellos nadie los mencionó en las negociaciones de Paz, y nunca han recibido ningún tipo de beneficios.

Es impresionante constatar la dignidad con la que se trata a los Veteranos de Guerra en Estados Unidos y la dignidad con la que se trata su memoria. Basta visitar el Cementerio de Arlington para corroborar lo anterior. Todos los veteranos reciben atención médica, una pensión digna, reconocimientos a nivel del Congreso de los Estados Unidos y el respeto de los gobiernos y de la población en general, en cambio en El Salvador se les considera una piedra en el zapato de todas las administraciones.

Y es que el Veterano de Guerra no es un ciudadano con una categoría especial, porque todos somos iguales ante la Ley, pero es de justicia retribuirle algo, por parte del Estado, a quienes lo entregaron todo, lo perdieron todo y lo dejaron todo por defender al País de la agresión terrorista.

El soldado al causar alta renunciaba a la comodidad de su hogar y de su trabajo, renunciaba a sus descansos semanales, renunciaba al sueño reparador de todos los días, renunciaba a comer tres veces al día un plato de comida caliente, aunque solo fueran tortillitas, arroz y frijoles, renunciaban a disfrutar de sus hijos, padres y esposa, renunciaban a una convivencia con la comunidad social y religiosa, exponía a su familia como objetivos cobardes de la guerrilla como ocurrió en varias ocasiones, se arriesgaban a perder diariamente la vida, a quedar lisiados de forma permanente o a quedar con serios traumas psicológicos de por vida debido a la presión a la que se veían sometidos en combate o en las actividades diarias de entrenamiento, vigilancia o especialización.

Y es que la realidad del hombre de armas es triste, no es como la de los héroes de las películas, no son Rambos que no sufren dolor, cansancio ni consumen alimento alguno, no, son seres humanos que se esfuerzan de manera extraordinaria para enfrentar situaciones de carácter extraordinaria para ser capaces de enfrentar la agresión de un enemigo impredecible como es la forma de actuar de un terrorista.

Domingo Monterrosa cuando decidió seguir la carrera de las armas lo hizo renunciando a una carrera profesional, sacrificando su familia (uno de sus hermanos fue secuestrado por la guerrilla y sus hijos tuvieron que salir del país porque se convirtieron en objetivos claros de los terroristas), su tranquilidad personal ya que fue objeto de varios atentados, pero lo hizo por su profundo amor a la Patria y el sentido de cumplimiento del deber.

Él supo transmitir a sus tropas el deseo de entregarse en cuerpo y alma al servicio del País y de la defensa del pueblo y el pago que han recibido es la indiferencia de aquellos que se beneficiaron del sacrificio que ellos realizaron, porque todos los grandes millonarios y los políticos gozan de buena salud económica por el sudor, las lágrimas y la sangre de los veteranos de guerra, del dolor y las lágrimas de las madres que recogieron el cadáver de sus hijos o una caja sellada en la que creyeron recibirlo, la angustia que sufrían madres, esposas e hijos mientras nuestros soldados estaban de servicio, en fin, la prosperidad de unos pocos está cimentada en el dolor de nuestros soldados que ahora solo reciben mentiras, falsas promesas, golpes, gas lacrimógeno y balas de goma de los que ahora creen ser los dueños del país y que ayer lo destruían sin importar el dolor del pueblo.

Si algo caracterizó a mi Coronel Monterrosa fue el buen trato que daba a sus soldados y su preocupación por lograr siempre mejores condiciones de vida en el cuartel y en el teatro de operaciones.

Sin lugar a dudas, en el cielo mi Charly sigue recibiendo como un padre a cada uno de sus soldados, porque desde el más allá se da cuenta del hambre, las enfermedades, la ausencia de oportunidades y la explotación que sufren la mayoría de veteranos de guerra, quienes con suerte logran un trabajo de vigilante privado en el que muchas veces sufren maltratos, humillaciones y no gozan de prestaciones ni de salarios dignos.

Ojalá los políticos y las autoridades militares comprendan el dolor de los veteranos de guerra y sepan dimensionar el valor de su sacrificio que constituyó la base de la construcción de la actual sociedad salvadoreña.

Por la Patria y con Dios

Sgto. Guido Miguel Castro