DOMINGO MONTERROSA BARRIOS: HOMBRE, SOLDADO Y HÉROE
Domingo Monterrosa fue un hombre del pueblo, se superó con esfuerzo propio, abrazó y amó su carrera militar, murió por su Patria, fue un padre ejemplar y un ciudadano como no ha tenido nunca la República salvadoreña.
Por Guido Miguel Castro
Este día, el Teniente Coronel Domingo Monterrosa Barrios habría cumplido 74 años de edad, y estoy seguro, gozaría de buena salud y quizás, el país tendría un líder en quien apoyarse en estos momentos de crisis.
Nació en cuna humilde el 4 de agosto de 1940 en la ciudad cafetalera de Berlín, en el departamento de Usulután. Mientras sus hermanos trabajaban para sacar adelante a la familia, tanto en los Estados Unidos como en la agricultura, él se dedicó a estudiar y con grandes sacrificios, se trasladó a San Salvador para graduarse en el Liceo Salvadoreño como Bachiller en ciencias y letras. Ingresó a la Escuela Militar y rápidamente se destacó entre los miembros de su promoción por su dedicación al estudio, su destreza física y su empeño, como reflejo por su amor a la carrera de las armas. Había nacido para ser militar, como un antiguo guerrero de raigambre, y la historia probó que entró al Ejército para cumplir al pie de la letra el juramento a la bandera que hiciera al inicio de su carrera, defenderla…”aún a costa de vuestra propia vida”.
Participó con honor en la Guerra contra Honduras evitando cualquier abuso por parte de la tropa confiada a su mando. Fundó el Batallón Aerotransportado en 1978, y en 1981, el Estado Mayor le confió la formación del mejor Batallón de Infantería de Reacción Inmediata de la historia militar salvadoreña, que tomó el nombre del héroe mítico precolombino, el Príncipe Atlacatl el joven, cuya figura aparece en el parche que distinguía a dicha unidad militar.
Su liderazgo contagió a sus hombres, tanto en la instrucción militar, cuando los llevaba al límite de la resistencia física, como en el combate directo, cuando luchaba a la par de ellos impartiendo órdenes en medio del fragor de los más cruentos combates. Parecía que había perdido el miedo, pero la verdad es que combatía con el cumplimiento del deber a toda costa como emblema y sabía que cualquier día se encontraría cara a cara con la muerte a la que mantenía muy ocupada despachándole bastantes terroristas.
Murió como hombre al cumplir con su deber de forma extraordinaria. En la antigüedad los pueblos creaban leyendas de sus héroes, dibujándolos como detentadores de grandes cualidades como fuerza, hidalguía, belleza, arrojo y valor. Domingo Monterrosa no necesitó de leyendas ni de sobredimensión de sus cualidades personales, porque él ya las había forjado y demostrado en la realidad. Los testigos todavía están vivos, tanto entre sus camaradas de armas como entre sus enemigos, y sobre todo en el pueblo que lo trató personalmente. Ello lo llevó a ganarse gratuitamente muchos detractores, pero eso nunca le quitó el sueño, se dedicó solamente a cumplir con su deber y nunca se ocupó de sí mismo. De hecho murió pobre, a sus hijos solo pudo heredarles su educación y el honor de ser su padre y de haberles enseñado a vivir con honestidad y cumpliendo con su deber.
Fue un hombre del pueblo, se superó con esfuerzo propio, abrazó y amó su carrera militar, murió por su Patria, fue un padre ejemplar y un ciudadano como no ha tenido nunca la República salvadoreña.
Fue un soldado a carta cabal, un modelo a seguir y fue un héroe porque cumplió con su deber de manera extraordinaria.
Su vida ha estado rodeada de la incomprensión generada por las mentiras sembradas por sus enemigos debido a las derrotas que les causó desde los inicios del conflicto armado.
La mejor prueba de la nobleza de su vida fue el impacto que causó su muerte de manera trágica en un accidente aéreo todavía no esclarecido. Estoy seguro que la historia le dará su sitial de honor en el altar de la prueba y que las futuras generaciones de ciudadanos y militares sabrán encontrar en él un modelo a seguir para reconstruir la Nación Salvadoreña con la que él siempre soñó y luchó.
Por la Patria y con Dios